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Sexual Personae - Camille Paglia

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más guerrero. Como el impenetrable círculo femenino de las gracias, el

andrógino Mercurio es narcisista y completo en sí mismo.

Al otro lado de la escena, Flora lanza los pétalos recogidos en su opulento

regazo autofecundado. Sorprende su extraña cara enmarcada por un

masculino corte de pelo. Tras años de estudiarla, me di cuenta de que

Botticelli ha juntado dos caras, como en la secuencia del sueño de Persona, la

película de Bergman. Una mitad pertenece a una mujer de la aristocracia, fría,

casta, dueña de sí misma. La otra mitad es la de una perdida del arroyo, tosca

e indecente. Amor a la venta. Botticelli ha condensado los extremos del sexo

y la castidad, dando lugar a una perturbadora fusión de «personas»

renacentistas. Al igual que Mercurio, Flora se hace el amor a sí misma. La

fuerza de la Primavera está contenida, encerrada, o, para utilizar un término

de la poesía inglesa, «enramada», oculta entre el follaje. El céfiro, que sopla

tan libremente en El nacimiento de Venus está aquí atrapado entre los árboles,

con las alas enredadas en las ramas y las mejillas a punto de estallar. Sus

impuros pensamientos resbalan babeantes en forma de frondosas sílabas de

los labios de una ninfa ansiosa. Por muy elaborada que esté, la alegoría de la

Primavera no puede explicar la espeluznante atmósfera de la pintura, su

decadente precisión de la elegancia y la desolación.

Las pinturas de Botticelli destilan un estado de ánimo. Esto era algo

nuevo en la historia de la pintura. En mi opinión, este talante procede del aura

sexual del David de Donatello, ese halo apolíneo que nos mantiene a

distancia. Hauser se refiere a la «mórbida melancolía» de Botticelli. [11] En

toda la obra de Botticelli se percibe una melancolía erotizada, en sus ángeles,

sus vírgenes, sus santos, sus muchachos, sus ninfas. Se hace visible en los

sutiles tonos de rosa, de sepia, de gris, de azul pálido. El efecto de estas

mismas tonalidades en Piero de la Francesca no es tan perverso. ¿Por qué?

Porque Botticelli, a diferencia de Piero, es un poeta de las «personas del

sexo». Las personalidades de Botticelli tienen una estabilidad y un ensoñador

distanciamiento. Se ofrecen a la mirada, pero al mismo tiempo rehúyen

nuestra intimidad. La ansiosa forma en que están cinceladas, más que

pintadas, sus líneas entraña una conciencia pesada o densa. Sus rostros

desapasionados son como el trabado telón de fondo de la Primavera, un

huerto cerrado.

El redescubrimiento por parte de Donatello y Botticelli de la iconografía

apolínea en la personalidad occidental es el resultado de un tipo de

conceptualización homosexual, al igual que sucedió en el clasicismo griego.

El límite apolíneo consiste en dejar fuera, en volver la cabeza hacia otro lado.

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