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Sexual Personae - Camille Paglia

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zona desierta tan sólo iluminada por un trípode délfico incandescente. Las

Madres son las Moiras griegas combinadas con las formas eternas de Platón:

«Forma, transformación eterna del eterno sentido, sobre las que gravitan las

imágenes de todas las criaturas». [13] Mefistófeles lleva a Fausto al ónfalos del

universo, un corazón de las tinieblas femenino. Las Madres son la fuerza

bruta de la naturaleza para la metamorfosis. Su solipsismo creativo es una

versión demonizada de la circularidad autoerótica de Bettina. El descenso a

los infiernos de Fausto muestra el pasado, el presente y el futuro. El reino de

las Madres es la naturaleza pagana reprimida, que la ciencia de la Ilustración

no logró iluminar. El Romanticismo invierte los valores morales del día y la

noche. El propio Mefistófeles proclama proceder de la «Madre Noche», el

hogar de Clitemnestra.

Ciertas ninfas cretenses eran denominadas «las madres», y aparecen

mencionadas por Diodoro Sículo como «las nodrizas cretenses de Zeus». [14]

El conocimiento de Goethe de los arcanos clásicos queda demostrado por el

uso del nombre Baubo para una de las brujas de Fausto: Baubo era un antiguo

tótem de exhibicionismo ritual, que se levantaba las faldas para mostrar los

genitales. Las diosas de Goethe son la Gran Madre reproduciéndose

clónicamente a sí misma, tan profusa como los muchos pechos de la Artemisa

de Éfeso o los mil nombres de Isis. La multiplicidad de las Madres es siniestra

y asfixiante. Se reúnen como las sirenas o las arpías, pero tienen mucho más

poder. La cárcel maternal de Goethe no tiene igual, aunque toma el tono de

las escenas de las brujas de Macbeth. En tiempos modernos, aun cuando la

Gran Madre sea tratada con comprensión y simpatía, como lo es por Joyce y

Woolf, sólo controla esa naturaleza verde, pastoral, no la lúgubre caverna

estigia con la que el mito occidental asocia a los atezados jerarcas. El

sentimiento de vacío y la esterilidad suelen ser el resultado de una huida de lo

materno, como sucede en la negativa a llorar la muerte de la madre en El

extranjero de Camus, o en el horror a los objetos viscosos en La náusea de

Sartre. La visión de la tierra baldía niega o elimina a la madre. En Fausto, sin

embargo, la esterilidad y la fertilidad son horripilantemente simultáneas.

Goethe celebra el poder femenino, pero lo ve bloqueándolo todo. Todos los

caminos llevan a la oscuridad materna.

Las Madres hacen su aparición en el Fausto cuando el protagonista intenta

materializar el espíritu de Helena. La reivindicación materna de prioridad

ensombrece el amor adulto. El varón atraviesa como puede las diferentes

fases sexuales, volviendo a la madre incluso cuando se cree más libre de ella.

Fausto encuentra su camino hacia las Madres con una llave que se abulta

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