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Sexual Personae - Camille Paglia

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psicoiconografía explica la desigualdad entre Rosalind y sus admiradores en

Como gustéis y la fragmentaria presentación del Orlando de Virginia Woolf.

Las visiones hermafroditas tienen vida propia. Son vampiros que actúan sobre

sus propios textos.

Geraldine es uno de los grandes andróginos del arte. Tiene una refinada

belleza femenina al tiempo que un espíritu masculino. Se parece a la

narcisista reina-bruja de Blancanieves, la perversa madrastra de los cuentos de

hadas, que es una proyección de la negatividad reprimida de la madre real y

hacia ella. Christabel protesta contra la alianza de su padre con Geraldine

como un niño que se niega a aceptar a la nueva esposa de un padre viudo. El

lesbianismo del poema encuentra un paralelismo en la novela familiar de

Blancanieves, en la que Bloom ve las huellas de un incesto madre-hija. La

Blancanieves de Walt Disney, que vi cuando tenía tres años, tuvo sobre mí el

mismo efecto que Christabel tuvo en Shelley. La reina-bruja es una persona

profundamente arraigada fuera del universo moral del cristianismo. Es una

forma precristiana de la malévola madre naturaleza.

En Christabel el paganismo vence sobre la palabra judeocristiana.

Resulta, por consiguiente, razonable que los únicos símiles modernos de

Geraldine se hayan dado en el cine, esa máquina de mirada agresiva. Marlene

Dietrich en Marruecos, Maria Casares en Orfeo y Les Dames du Bois de

Boulogne, Lauren Bacall en Young Man with a Horn, Stéphane Audran en

Les Biches: elegancia, sofisticación, compostura. Gélida voluntad lesbiana. La

mirada del vampiro penetra el espacio y el tiempo. El voyeurismo de

Christabel, al igual que el de The Faerie Queene, refleja el voyeurismo no

reconocido del arte occidental. El vampiro, como vemos en la repetición

desde el punto de vista de Geraldine en la conclusión de la parte I, ha estado

observando desde siempre, y lo que es más perverso todavía, hace que la

madre vencida contemple la violación de su propia hija. Los miles de ojos

hambrientos de la naturaleza demónica aguardan en el bosque nocturno.

Christabel es una parábola pornográfica del sexo y del poder en

Occidente. Es el Fausto inglés. El dominio y la seducción constituyen el

corazón del saber occidental. Esos «varones-heroínas» de Coleridge, tan

dispuestos a autoinmolarse, pasaron, a través de Poe y Dostoyevsky, a Kafka,

cuya cucaracha crucificada es una versión en cómic de la Christabel muda. La

desfloración en Christabel es una forma de saquear a Wordsworth: de asolar

sus alegres y floridos prados, a fin de revelar el brutal sustrato ctónico de la

naturaleza. Christabel muestra el conflicto, la hostilidad y la ambivalencia del

amor y de la poesía. Es una respuesta a esos liberales que idealizan la

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