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Sexual Personae - Camille Paglia

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vulgares contorsiones de la pornografía equivalen a la pérfida maraña de la

naturaleza medúsea. La pornografía es una tensa representación dramática de

la imaginación humana; sus violaciones son una protesta contra las

violaciones de nuestra libertad por parte de la naturaleza. La prohibición de la

pornografía, justamente deseada por el judeocristianismo, sería una victoria

sobre el obstinado paganismo occidental. Pero la pornografía no puede

prohibirse, sólo se puede hacer clandestina, y lo único que se consigue con

ello es realzar su carga ilícita. Las imágenes inmorales de la pornografía

vivirán siempre como un reproche al culto humanista de la palabra redentora.

Las palabras no pueden evitar el flujo de la naturaleza pagana.

El ojo occidental crea cosas, ídolos de objetualización apolínea. La

pornografía molesta a los biempensantes porque aísla el elemento de

voyeurismo presente en todo arte y, especialmente, en el cine. Todas las

«personas» del arte son objetos sexuales. La respuesta emocional del

espectador o del lector es inseparable de su respuesta erótica. Como decía,

nuestras vidas como seres físicos son un continuo dionisíaco de placer y

dolor. Estamos siempre impregnados de lo sensorial, incluso en el sueño. El

despertar emocional es un despertar sensual; el despertar sensual es despertar

sexual. La idea de que la emoción puede separarse del sexo es una ilusión

cristiana, una de las estrategias más ingeniosas, pero finalmente irrealizable,

de la antigua campaña lanzada por el cristianismo contra la naturaleza pagana.

El ágape, el amor espiritual, pertenece a eros, pero ha huido del hogar.

Todos somos voyeurs en los perímetros del arte, y hay una sensualidad

masoquista en nuestras respuestas. El arte es un escándalo, literalmente un

«escollo» para toda forma de moralidad, ya provenga de la derecha cristiana o

de la izquierda rousseauniana. La pornografía y el arte son inseparables

porque en todas nuestras emociones como seres que vemos y que sentimos

hay cierto voyeurismo y cierta voracidad. La exploración más completa de

estas ideas es el poema épico renacentista de Edmund Spenser, The Faerie

Queene. En este poema, que por sus radiantes proyecciones apolíneas

prefigura el cine, aparece largamente documentada la latencia voyeurista y

sadomasoquista que existen en el arte y el sexo. La percepción occidental es

un teatro demónico de sorpresa ritual. Puede que no nos guste lo que vemos

cuando miramos al oscuro espejo del arte.

Objeto sexual, obra de arte, identidad: la experiencia occidental es celular

y divisoria. Impone un esquema de espacios marcados en el flujo y en la

continuidad de la naturaleza. Hacemos demarcaciones apolíneas que

funcionan como reservas rituales contra la naturaleza; de ahí nuestros

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