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Sexual Personae - Camille Paglia

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objeto erótico se desintegra en partes. «Los blancos miembros pesados» de

Dolores flotan de manera surrealista entre los ojos y la boca roja, como si

fuera una estatua rota. Nos encontramos en una ciudad muerta, un bosque de

columnas caídas, cubiertas con lagartijas y amapolas venenosas. Esta

secuencia de apertura con frías y luminosas imágenes recuerda al

Epipsychidion de Shelley: la agresión del ojo del poeta conduce a la

disolución del objeto y a una disociación emocional del receptor.

«¡Oh, sombría y mística Dolores, / Señora de Nuestro Pesar!». Con este

blasfemo epíteto termina una estrofa tras otra. En la forma, lo más posible es

que Dolores esté inspirado en la «Letanía a Satán» de Baudelaire. Igual que

Baudelaire, Swinburne invoca más al infierno que al cielo, pero su meta es

más radical. Se aparta del mundo cristiano, invocando a una diosa

omnipotente. A la manera del Santa Rosa de Lima de Audrey Beardsley, muy

del gusto de Swinburne, Dolores demoniza a la Virgen María, enviándola al

pasado para que conozca a sus precursoras arcaicas, que aún no estaban

separadas de la sexualidad. Antes de que el Catolicismo americano se

purificase, presuntuosamente, de toda huella étnica, el rosario vespertino y la

letanía eran sus puntos fuertes. Cuando el sacerdote entonaba cada frase en la

lóbrega iglesia, la congregación contestaba en un murmullo: «Ruega por

nosotros»; una retumbante antifonía de tenebrosa majestuosidad. En esa

noche ritual hipnótica, se oía la enterrada voz pagana del Catolicismo italiano.

Dolores invierte de modo sistemático los sagrados epítetos, creando una anti-

María, igual que el Satán de Baudelaire es el Anticristo. Dolores es la Puta de

Babilonia: «¡Oh, jardín donde todos los hombres deberían habitar!, / ¡oh,

torre! que no es de marfil, construida / por manos que desde el infierno

alcanzan el cielo; / ¡oh, rosa mística del cieno!». La María medieval, el casto

jardín cerrado, se convierte en el emparrado saqueado de un burdel urbano.

Dolores es la torre arrogante, un coloso hecho a sí mismo que se alza de la

ciénaga primordial para derribar las puertas del cielo.

En Swinburne, como en Baudelaire, el sexo no es un placer sino un

tormento. La Virgen cristiana es una Mater dolorosa porque llora a su hijo

mártir. Pero la feroz y lujuriosa Dolores de Swinburne es Nuestra Señora del

Dolor, no porque sufra sino porque lleva el sufrimiento a sus víctimas

masculinas. Es nuestra Señora de la Tortura, «cuyo profeta, predicador y

poeta» es el Marqués de Sade. La dulce y piadosa Virgen, la mediadora a la

que Dios no se puede negar, se funde con la Gran Madre del salvaje mundo

animal. Dolores es su hermana, su esposa y su madre. Swinburne revisa a

Shelley, llevándolo de lo apolíneo a lo ctónico y añadiendo la madre a sus

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