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Sexual Personae - Camille Paglia

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su ingobernable temperamento mercurial. Sus parlamentos son un torrente de

imágenes, metáforas, juegos de palabras y bromas. Shakespeare une

emocional y psicológicamente a la mujer, el adolescente, el lunático, el

enamorado, el poeta, el loco. Todos ellos comparten la misma rapidez y la

misma fantástica variabilidad. Están inmersos en un flujo psíquico similar a

los flujos lunares, que se convierte en una inestabilidad maníaco-depresiva en

el desesperado Mercutio. Como poeta, Shakespeare pertenece a la invisible

congregación del sexo mixto. En su fuero interno, él también es un andrógino

mercurial. El soneto 29 traza uno de esos apabullantes cambios de humor:

bajo, todavía más bajo y, de pronto, se alza como la alondra al romper el día.

Rosalind, la alquímica Mercurio, simboliza el dominio cómico de la

multiplicidad de personas. Viola y Rosalind disciplinan sus sentimientos,

mientras que los personajes menores están llenos de excesos y

autoindulgencia. Ambas mujeres mantienen sus disfraces masculinos aun en

situaciones que piden a gritos que revelen su verdadero ser. Sin embargo,

difieren en su forma de hablar. Viola es discreta y solícita; Rosalind es

agresiva, pícara, bromista, burlona. En su forma de rebuscar entre sus infinitas

«personas», parece que es consciente de la falsedad de la personalidad.

Rosalind teatraliza su vida interior. Se mantiene mentalmente fuera de su

papel y de todos los papeles. El tono característico de sus parlamentos es el de

una sagaz sátira de sí misma: «Cerradle las puertas al ingenio de la mujer y

escapará por la ventana; cerradle ésta y escapará por la cerradura; impedídselo

y volará como el humo por la chimenea» (IV, i, 145-148). Su veloz ingenio es

similar a una ráfaga de aire en la cerrada domesticidad de la mujer

renacentista. Rosalind convierte las palabras en humo, una emanación

espiritual de la perpetua movilidad o inestabilidad de su pensamiento. Su

actuación como travestida es muy «camp», un término homosexual que,

aunque pasado de moda, es aquí extremadamente útil. La esencia de lo

«camp» es el manierismo, no la decoración. Rosalind se ajusta plenamente a

la definición de «camp» de Christopher Isherwoood: se burla de algo; de ese

su amor por Orlando, que tan en serio toma. Su momento más «camp» es la

escena del cortejo, cuando finge ser lo que realmente es: Rosalind.

El andrógino mercurial tiene el brío y la imprudente espontaneidad de la

juventud. Pese a nuestra enfervorizada parcialidad moderna, si Rosalind

conservara su atuendo masculino, dejaría de evolucionar como personaje.

Como ya he dicho, el teatro de Shakespeare tiene en gran estima el desarrollo

y el proceso, la transformación dionisíaca. Rosalind se transforma

internándose en el bosque, pero se estancaría si se quedara allí para siempre.

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