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Sexual Personae - Camille Paglia

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En la Antigüedad clásica, la lujuria inmoderada se denominaba priapismo, el

cual, al igual que la ebriedad, era un dislate que sólo cometían los tontos y los

sátiros. La animosidad cristiana hacia el sexo y su rígida polaridad entre el

bien y el mal intelectualizó la lujuria y aumentó su importancia. La lujuria es

una forma de cruzar el vacío existente entre las «personas del sexo». La

lujuria aguza el agresivo y depredador ojo occidental, haciéndolo preludio y

coda del tacto. Fausto y Mefistófeles, en su observación, son voyeurs de la

caza, captura, mancilla y aprisionamiento de Margarita.

Fausto, una obra con un protagonista alquimista, tiene una vaga forma

alquímica. Consta de dos partes, una multitud de episodios y una multitud de

personajes menores. Combina la cultura clásica con la cristiana. Mezcla la

tragedia con la comedia, la épica con la lírica, la belleza ideal con lo grotesco

y lo obsceno. Margarita es el sentimiento ingenuo; Mefistófeles, la

sofisticación cínica. Fausto está atrapado en el medio, como toda la

humanidad. En Fausto aparece toda una variedad de «personas del sexo», más

que en ninguna otra obra de la gran literatura. Goethe inserta andróginos

románticos en la historia tradicional de Fausto. El codicioso intelecto

occidental de Fausto resulta invadido por unas formas sexuales híbridas, que

salen del inconsciente alquímico. Todo en Fausto es una Noche de Walpurgis,

un retorno de lo oculto. El episodio de la hechicera, una adición de Goethe, es

una intrusión pagana en un drama cristiano. Goethe identificaba la

imaginación con lo demónico: hablaba repetidamente de hombres dotados que

habían sufrido ataques demónicos. Fausto es estructuralmente amorfo porque

está perseguido por el «demon». Toda la obra padece de fluctuaciones

dionisíacas: la metamorfosis era el principio básico de las especulaciones de

Goethe sobre la ciencia y el arte. Los críticos observan su incapacidad para

poner fin a algo o su negativa. Todas las historias de Goethe tienen una

continuación, incluso Werther y Guillermo Meister tendrían la suya. Como

obra dramática, Fausto rompe las leyes apolíneas de Aristóteles y Racine. Es

incansable, volátil; tiene un exceso de revelaciones mágicas y texturas

emocionales contradictorias.

Los dos personajes de Fausto que simbolizan la poesía tienen una

sexualidad indefinida. El Chico que guía la carroza, un muchachito de aspecto

femenino, va imaginativamente adornado con joyas y baratijas. Euforion, el

hijo de Fausto y Helena, es un efebo clásico, parte Apolo, parte Ícaro. Lleva

adornos femeninos de asiática opulencia. De forma semejante a la Atenea de

Homero, es andrógino como símbolo de la inteligencia humana. La poesía,

parece implicar Goethe, alcanza la universalidad por la fusión de los géneros.

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