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Sexual Personae - Camille Paglia

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dorios, cuyos rostros y rubias cabelleras encontrábamos en las Amazonas de

Spenser. Pertenece a esa categoría de andrógino efébico que yo denomino

«Bully Budd», el que conserva en la madurez la frescura de la adolescencia.

Dorian es medio femenino, con «labios escarlata finamente dibujados» y el

«candor de la juventud». Posee «el rojo de la juventud» y «el blanco rosado

de la adolescencia», como las doncellas de los cuentos de hadas. Lord Henry

le dice: «No se exponga usted realmente a coger una insolación. No sería el

momento oportuno». Como si Dorian fuera Scarlett O’Hara olvidando su

sombrilla. Imágenes de flores apoyan la identificación de Dorian con Adonis.

La novela comienza con un «fuerte olor de las rosas», seguido de una

hipnótica descripción, al estilo de Pater, de un jardín en flor. [2] Sospecho que

Monsieur Vénus fue una de las fuentes de Dorian Gray: Wilde presenta a su

Adonis del mismo modo en que Rachilde se presenta: como un efebo

encerrado en una enramada urbana de rosas.

Refiriéndome al arte griego, dije que el efebo narcisista no está

emocionalmente desarrollado y es reservado hasta el punto del autismo. Sus

sentidos solipsísticamente están sellados. Es el espectador, el ojo agresivo, el

que le hace existir. Dorian Gray no es consciente de su belleza, ni siquiera

cuando está siendo retratado. Lord Henry, la serpiente del jardín, le infunde la

autoconciencia. Dorian Gray es única en el sentido de que permite que el

efebo desarrolle una vida interior, una vida que es inmediatamente desviada a

su copia. La mayor premisa de la novela es la repulsa por parte de Dorian del

mundo interior cristiano en favor del mundo exterior pagano. Por medio de un

ritual de liberación, se separa de su alma posclasicista y la proyecta en su

retrato. El efebo de la Antigüedad permanecía hermoso si moría joven. Dorian

es el primer efebo con una voluntad propia. Rechaza su arquetípico destino.

Envidia y usurpa la permanencia formal de una obra de arte. Pero el efebo, o

la muchacha que es un efebo, es ya una obra de arte y sólo puede permanecer

en este estado pagando el precio de la perversión, el Decadentismo y la

momificación. Las últimas líneas de la novela traen a esta momia literalmente

ante nosotros: el cadáver de Dorian atrofiado y arrugado tendido bajo el

cuadro. Como «persona del sexo», el efebo, con su rubia transparencia,

intenta purificar la opacidad femenina de la naturaleza ctónica. Pero en el

desenlace de Wilde, que es un ejemplo de reclusión decadentista, Dorian,

sepultado en una habitación tan bien cerrada que los que le rescatan tienen

que romper las ventanas para entrar, es el mundo material encogido hasta la

deformidad spenseriana. Es un espantoso montón y sólo puede ser

identificado por sus anillos, como si se hubiera calcinado en un holocausto.

Página 608

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