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Sexual Personae - Camille Paglia

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atribuye a Baudelaire el mismo uso homosexual de la metatesis sexual que

hace él en A la busca del tiempo perdido; la secreta transformación del

fascinante Alfred Agostinelli en la lesbiana Albertine es una hábil maniobra

de la imaginación tardorromántica. Albertine, la misteriosa prisionera del

amor, descendiente de la muchacha de los ojos de oro, no se introdujo en su

nuevo género sin provocar el escepticismo de los connoisseurs parisienses. [27]

La prosa de Baudelaire contiene una teoría de la «persona» masculina ideal.

Le peintre de la vie moderne (1863) convierte al dandi en un compendio del

estilo personal. Baudelaire se basa en parte en el ensayo de Barbey

d’Aurevilly sobre el dandismo (1845), que a su vez está inspirado en

Castiglione. Baudelaire considera que el dandismo es el «culto a uno mismo»

que nace de «la ardiente necesidad de hacerse una originalidad personal». Los

políticos de las primeras etapas del Romanticismo eran populistas y

demócratas, pero los del tardorromanticismo eran reaccionarios. El dandismo

es «una nueva aristocracia», una «altiva casta provocativa» que se resiste «a

la marea creciente de la democracia, que lo invade y lo nivela todo». [28] El

tardorromanticismo es arrogantemente elitista, un punto que se debe tener

siempre en mente en el caso de Oscar Wilde, cuyas ideas políticas han sido

sentimentalizadas por sus admiradores modernos. Baudelaire aborrece la

nueva masa cultural, a la que identifica con la mediocridad. Del mismo modo,

rechaza a los reformadores y a los bienintencionados. Gautier dice que

«Baudelaire aborrece a los filántropos, progresistas, utilitarios, humanistas y

utópicos». [29] En otras palabras, Baudelaire condenó el rousseaunismo en

todas sus formas. Hoy, el modo de pensar rousseauniano ha triunfado de tal

forma que las artes y la vanguardia son sinónimo de liberalismo, un error

apoyado por los profesores de literatura con tendencias humanistas. Yo sigo a

los decadentistas en el intento de alejar la benevolencia rousseauniana de los

discursos sobre el arte y la naturaleza. Los decadentistas satirizaron la fe

liberal en el progreso con chisporroteantes profecías catastrofistas del declive

cultural.

El dandi de Baudelaire es un andrógino apolíneo que traza una definida

línea entre él y la realidad. El dandi, con la «superioridad aristocrática de su

espíritu», aspira a la distinción sobre todas las cosas. La distinción significa

superioridad y distanciamiento. La vocación del dandi es la elegancia,

encarnar «la idea platónica de la belleza en su propia persona». Es una

personalidad artificial. El yo de esculpidos contornos apolíneos se ha

convertido en un objeto o en un objet d’art. En el tardorromanticismo, aquel

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