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Sexual Personae - Camille Paglia

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El que la naturaleza actúa de forma distinta en uno y otro sexo resulta

demostrado si estudiamos el caso de la homosexualidad masculina y femenina

hoy, un caso que ilustra hasta qué punto los sexos funcionan diferentemente

incluso fuera de la convención social. El resultado, conforme a las

estadísticas, es: el homosexual masculino tiende a tener un comportamiento

sexual «de sátiro», mientras que las mujeres homosexuales tienden a «crear

nido». El hombre homosexual tiene relaciones sexuales con más frecuencia

que el heterosexual; la mujer homosexual, con menos frecuencia que la

heterosexual: una polarización de los sexos en cada extremo de la línea

compartida de inconformismo sexual. La agresividad y la lascivia masculinas

constituyen unos factores vigorizantes para la cultura. Son los mecanismos de

supervivencia del varón en la inmensidad pagana de la naturaleza femínea.

La antigua «doble moral» proporcionaba a los hombres una libertad

sexual denegada a las mujeres. El feminismo marxista reduce el culto

histórico de la virginidad femenina a su valor como propiedad, a su precio en

el mercado masculino del matrimonio. Mi tesis es que esa doble moral tuvo y

tiene una base biológica. Los primeros informes médicos sobre la enfermedad

que terminaría conduciendo a la muerte a miles de homosexuales indicaban

que el grupo de más alto riesgo era el de aquellos que habían tenido cientos de

compañeros y amantes durante su vida. Incredulidad, primero: ¿quiénes serían

ésos? Pero ¿por qué conozco a tantos?, nos preguntábamos no mucho

después. ¡Qué abismo separa los sexos! Abandonemos de una vez toda

pretensión de igualdad entre los sexos y admitamos la terrible dualidad del

género.

La sexualidad masculina es búsqueda de romance, exploración,

especulación. Puede que la promiscuidad masculina degrade el amor, pero

agudiza el conocimiento. La promiscuidad en las mujeres es una enfermedad,

una pérdida de identidad. La mujer promiscua se corrompe y es incapaz de

tener las ideas claras. Ha fracturado la integridad ritual de su cuerpo. La

naturaleza actúa a favor de sus intereses incitando al macho dominante a

esparcir indiscriminadamente su simiente. Pero también se beneficia de la

pureza femenina. Incluso la mujer liberada o la lesbiana escucha un susurro

de contención biológica: mantén limpio el canal del nacimiento.

Refrenándose juiciosamente como lo hace, la mujer protege un feto invisible.

Tal vez ésta sea la causa del terror arquetípico (más que miedo social) que

muchas mujeres, por otro lado fuertes y valientes, tienen a las arañas y otros

insectos. Las mujeres se reservan porque el cuerpo femenino es un depósito,

un estanque virgen de aguas remansadas donde madura el feto. La

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