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Sexual Personae - Camille Paglia

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sin acento que Baudelaire convierte en un siniestro murmullo que lleva al

trance. En segundo lugar, la iconografía tardorromántica de Swinburne

demoniza a Shelley, atribuyéndole un clasicismo degenerado. En otras

palabras, Swinburne utiliza a Coleridge para corromper a Shelley. El

paganismo de Swinburne es helenístico y neoprimitivo. No es el radiante

idealismo que Shelley toma de la Atenas apolínea. Como ya he señalado, el

tardorromanticismo francés se basa en el culto a los objects d’art, una

consecuencia de la traducción por parte del pionero Gautier de las relaciones

perceptivas del ámbito visual al sexual. El Decadentismo inglés se ocupa

menos de los objetos que del estilo, el modo de discurso autoconsciente de

una «persona» masculina epicena.

Swinburne introduce los vampiros decadentistas de Baudelaire en la

violenta naturaleza de Sade. La fuerza de la naturaleza encrespa el mundo de

Swinburne, porque la alta cultura inglesa fue y es incapaz de ese desprecio

por la Naturaleza que se estila en el continente. Incluso cuando la define

como negativa y destructora, el artista inglés, a diferencia del francés, se abre

a la Naturaleza, un modelo que vemos en Coleridge, Emily Brontë y

Swinburne. La poesía de Swinburne derriba la sociedad victoriana y siembra

el matriarcado en medio del patriarcado. Swinburne es un monárquico

femenino. El título de su primera obra publicada, The Queen Mother (La

Reina Madre, 1861), fusiona atrevidamente el sexo y la jerarquía. Recreando

las arcaicas religiones matriarcales, Swinburne deja de lado al cristianismo, lo

mismo que hizo Coleridge en Christabel. Al culto terrenal se le atribuyen una

nueva liturgia y un nuevo cuerpo de oración. De ahí el peculiar estilo de

Swinburne, parodiado desde el mismo instante en que apareció. Defenderé

ese estilo, admirado por tantos jóvenes ingleses, argumentando que los

orígenes rituales del arte se recuperan y reinstauran en Swinburne. La poesía

de Swinburne muestra el paganismo como era verdaderamente; no algo

frívolo y juguetón, sino un severo código de limitación ritual, que refrenaba el

peligroso demonismo del sexo y de la Naturaleza.

Dolores, un poema largo y serpenteante, demuestra el carácter cúltico de

la poesía de Swinburne y su magnética tendencia hacia el poder femenino. El

poema comienza: «Párpados fríos que como joyas ocultan / ojos duros que

por un momento se ablandan; / los blancos miembros pesados, y la cruel /

boca roja como una flor venenosa». Ojos con la frialdad de las piedras

preciosas: Dolores es el reptil vampírico y mineral de Baudelaire. Es

ritualmente visualizada siguiendo el catálogo decadentista, ese estilo

detallista/pulverizador que Gautier inventó en Una Noche con Cleopatra. El

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