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Sexual Personae - Camille Paglia

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producida, en este caso, por el mármol blanco pulido. Otros tres ejemplos de

la categoría del Epiceno son George Villiers, primer duque de Buckingham,

Lord Byron y Elvis Presley, todos ellos hombres peligrosos y de notable

carisma.

Los masculinos entorchados e insignias militares apenas logran equilibrar

el género en la estatua de Giuliano. El cuadrado torso masculino, muestra de

la decidida voluntad occidental, viene a quedar trastocado por la forma en que

su curvilíneo cuello se separa del tronco. Un masoquismo típicamente

femenino empieza a apoderarse de la estatua y se hace también patente en las

muñecas lánguidamente caídas y en los pechos perforados con broches. El

tema de la sensualidad masoquista ya estaba presente en el llamado Cautivo

moribundo, que forma parte de la serie de «Cautivos» de la tumba inacabada

de Julio II (fig. 27). Esta gigantesca estatua (casi tres metros de altura) suele

ser explicada en términos neoplatónicos como símbolo de la lucha del alma

contra el cuerpo. Pero la teoría rezuma demasiado sentimentalismo. El

lánguido Cautivo moribundo posa con una pierna flexionada, como una reina

de la belleza, voluptuosamente postorgásmica. El elemento transexual

procede en parte de los modelos griegos de la estatua, ambos femeninos: una

nióbida herida y la Amazona agonizante con los brazos en alto. El Cautivo

moribundo es una inversión sexual de su propio David, tan vigilantemente

masculino, cuya posición de la pierna parodia. Un paño fantasmático

envuelve el erotizado torso, acariciado por unos delicados dedos de onanista

ternura, un gesto tomado del primer David en mármol de Donatello. La

combinación de un atlético físico masculino con un espíritu y un lenguaje

corporal femeninos es del todo perversa. Convierte el exhibicionismo del

David de bronce de Donatello en un decadente culto sexual, en un éxtasis de

esclavitud sadomasoquista. El Cautivo moribundo, respaldado por el mono

oculto, acechante, del instinto animal, es un crucifijo pagano. Es un San

Sebastián ufano de haberse tragado las flechas de sus torturadores. Se arrastra

a la deriva en su perfecta fantasía. Siendo niña me impresionó el flagrante

erotismo de esta escultura, un erotismo que la investigación académica pasa

por alto a sabiendas, para huir lo antes posible hacia la alegoría.

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