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Sexual Personae - Camille Paglia

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devoradores y devorados, el espectáculo de la naturaleza con los colmillos y

las garras sanguinolentas. El brutal Lust y sus compinches, como la

monstruosa hiena que acecha a Florimell, se alimentan literalmente de la

carne de las mujeres, cuyos cuerpos devoran. La mujer es carne comestible, y

el pene, simbolizado en las ramas de roble que blanden Lust y Orgolio, es una

cosa, un arma. El tema culmina en el Libro VI, donde Serena es desnudada y

maltratada por unos caníbales babeantes y donde Pastorella, codiciada por un

atajo de bandidos, es apresada y lanzada a un montón de cadáveres, el brutal

triunfo de la materia.

La feroz lucha por el domino sexual en The Faerie Queene es amor

degradado a voluntad de dominio. La ética cristiana resulta asediada por el

instinto pagano. Spenser es el primero que percibe la equivalencia del sexo y

el poder, la agresividad que impregna el erotismo. En este sentido se anticipa

a Blake, Sade, Nietzsche y Freud. La lujuria es el medio por el cual cada uno

de los dos sexos intenta esclavizar al otro. Spenser la personifica de diversas

maneras: como Lechery («Lascivia») montada en una cabra en la procesión

de los vicios; como Sansloy, el Caballero sin ley; en la forma de los enemigos

de la Templanza asediando al sentido del tacto; y como el grotesco

depredador Lust («Lujuria»), que es todo colmillos, nariz y orejas carnosas,

un símbolo fálico andante. En cuanto que estado en el cual pueden caer los

personajes virtuosos, la lujuria aparece alegóricamente proyectada como una

serie de felones, sinvergüenzas y sibaritas que utilizan la fuerza, el fraude o la

magia para lograr sus fines. El violador spenseriano es un salvaje, un patán o

un caballero que no es «gracioso» ni «dulce», en otras palabras, que no ha

pasado por el feminizante proceso de refinamiento de la vida social. Debido a

que no han conseguido incorporar un componente femenino, persiguen una

feminidad maleable, huidiza, con una impetuosa ferocidad que no es sino su

anhelo de completarse. Su lujuria es un error semántico, una interpretación

errónea de su propio ser, una confesión de su insuficiencia psicológica. Pero,

por otro lado, la debilidad incita a la agresión. La vulnerabilidad genera sus

propias trampas, creando un torbellino de voracidad a su alrededor. La

naturaleza aborrece el vacío. En el vacío espiritual de la feminidad pura viene

a caer, en Spenser, un torrente desmandado de fuerzas masculinas. Florimell,

por ejemplo, es una víctima profesional. Por su loca huida recibe el nombre

de Hynd («Cervatilla»), el venado que persigue la fiera Belphoebe en el

momento de su entrada en el poema. Todas esas escenas en las que Florimell

logra escapar por los pelos del desastre son puro melodrama; ni se lo ha

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