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Sexual Personae - Camille Paglia

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prerrafaelistas con Keats: convierte el calor y la energía en sujeción y

reclusión. El orientalismo estático y lapidario de Moreau procede de Flaubert,

quien a su vez lo tomó de Gautier. Las incrustaciones de piedras preciosas de

sus lóbregas pinturas son depósitos del tiempo y de la experiencia agotadora,

a la manera de Pater. Las superficies gangrenadas están salpicadas de

partículas de emoción, atomizaciones decadentistas. La sustitución que lleva a

cabo Moreau de las cosas orgánicas por inorgánicas ilustra cómo huye de la

licuefacción el esteticismo. Su ornado estilo bizantino se parece al «diamante

negro» de Balzac, la Prima Bette, un cristal apolíneo manchado con sombras

ctónicas. El carácter altamente decorativo de los estilos tardíos es una forma

de liberarse de las tensiones sociales ligadas al rol y al género. La superficie

está allende el cuerpo y el sexo. De ahí que la persona primaria de Moreau sea

lógicamente el andrógino. En A contrapelo, Huysmans reclutó al pintor

introduciéndolo a su pesar en la tradición decadentista: Des Esseintes elogia y

compra dos de los cuadros de Salomé que darían lugar a la obra de Wilde y la

ópera de Strauss.

El tema supremo de Moreau es la femme fatale: Judith, Dalila, Helena,

Cleopatra, Messalina, la Esfinge tebana. Mi cuadro favorito de Moreau es el

boceto en brillantes colores de Helena ante la puerta Escea (fig. 42). Las

pinceladas rápidas, toscas, lo convierten en un profeta del expresionismo

abstracto. Caminando por las altas murallas de Troya, la gigantesca Helena

empequeñece a la ciudad. Tiene un rostro sin rasgos de maniquí. Sus ropajes

están manchados de carmesí. Más abajo, la llanura troyana está cubierta de

informes montones rojos y humeantes piras funerarias. Helena se pasea como

una elegante dama de los bulevares, apartando su mirada de ese naufragio de

la civilización que ella misma ha provocado. Huysmans, que se refiere al

«onanismo espiritual» de las mujeres de Moreau, describe así a la Helena de

la última versión de la pintura: «Se alza frente a un horizonte terrible,

salpicado de fósforo y rayado de sangre, ataviada con un vestido incrustado

con piedras preciosas, como un relicario; […] los grandes ojos están abiertos,

fijos, con una expresión cataléptica». [9] La Helena de Moreau es un cruel

ídolo de la naturaleza pagana.

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