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Sexual Personae - Camille Paglia

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romances incestuosos. La Gran Madre de Swinburne, una incestuosa tríada o

trinidad matriarcal, ya no será fecunda. A la «espléndida y yerma Dolores» le

gustan «los placeres estériles», o «lo monstruoso y sin fruto». Igual que la

asesina madre Naturaleza de Sade y los ídolos pétreos de Baudelaire, la

Dolores de Swinburne frustra lo procreativo: su sensualidad solipsística

consigue que los fenómenos se replieguen sobre sí mismos.

Dolores es mayor en escala que los poemas de vampiros de Baudelaire.

Dolores es intemporal: es el principio eterno del mal y del desorden,

desafiando a la historia. Su poder sobre lo histórico viene de la malicia de

Swinburne para con la cultura victoriana, que impone una síntesis romana de

intelecto e imperialismo. La última mitad del poema es un brillante ejercicio

de sincretismo sexual, propio de las fases de la cultura. Swinburne identifica a

Dolores con los gobernantes y con los dioses, masculinos y femeninos, de las

crónicas antiguas. Ella es el iracundo Jehová castigando a la humanidad. Ella

es Nerón, incendiando el jardín con las antorchas cristianas. Es Cibeles,

Astarté, Afrodita, Venus. Dolores es como Isis, de la que Frazer observa que

«sus atributos y apelativos fueron tan numerosos que en los jeroglíficos se la

denomina “la de muchos nombres”, “la de mil nombres” y en las

inscripciones griegas “la de infinitos nombres”». [1] La Dolores de Swinburne,

con cientos de nombres, es una diabólica Mujer Cósmica que pisotea la

historia masculina. Su identidad metamórfica se filtra inexorablemente en el

espacio, la mente y la palabra, contaminando tanto el lenguaje como la

acción.

Faustine es otra oscura letanía. En su defensa de los Poems y Balads,

Swinburne dice que Faustine trata de la transmigración de un alma solitaria

condenada desde el principio, como por accidente, al mal, a través de las

edades y las formas, pero revestida siempre de la misma belleza carnal. [2]

Faustine es el vampiro inmortal, y su poema presenta un insomne tono

obsesivo. Ella es «una reina cuyos dominios sin cesar se expanden y

contraen». Tiene unas «espesas cejas luminosas», «y la piel blanca y

brillante». El vino y el veneno y la leche y la sangre se mezclan en sus labios,

desde que «el diablo se la jugó con Dios a los dados». Le apasionan los

juegos en los que mueren hombres, «como si la sangre y el aliento del hombre

muerto / revivieran a Faustine». Pasa sus vacaciones en Roma: «Los gruesos

surcos sucios hedían, / empapados en sangre; / el circo hervía, salpicaba y

clamaba / en torno a Faustine».

Faustine es la diosa Fortuna apostando con los huesos de los muertos.

Gobierna el fluir y el devenir de las cosas porque es una primera versión de la

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