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Sexual Personae - Camille Paglia

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donde la clase alta está en perpetua representación. No se elogia ningún

régimen político contemporáneo; ningún pasado es conmemorado

nostálgicamente. La sociedad está divorciada de la realidad práctica. La

estructura de las clases sociales existe en Wilde como una suerte de arte,

como forma pura. A diferencia del discurso sobre la jerarquía del Ulises de

Shakespeare, en La importancia de llamarse Ernesto, no se admira el orden

por ser correcto o justo, sino por ser bello. De hecho, aquí el orden carece de

sentido intelectual. En términos de Carroll, es absurdo. De ahí que sea un

error bastante común decir que Wilde está «satirizando» a lady Bracknell,

ridiculizando sus altivas presunciones. Lady Bracknell es bella porque es

absurda. La aristocracia en La importancia de llamarse Ernesto satisface unos

requisitos estéticos, no morales. El mundo de la comedia es kosmios, bien

ordenado y hermoso. Y tiene sentido que esté gobernado por lo chic, puesto

que la etimología de esta palabra se parece a la de «cosmética», que se deriva

de «cosmos»: la palabra francesa «chic» es aparentemente una versión de la

alemana Schick, que significa gusto, elegancia y orden.

Fuera de su arte, Wilde pasó por las mismas dudas que Coleridge y

Swinburne, quienes también intentaron defender y revisar moralmente sus

demónicos poemas. Así en El alma del hombre bajo el socialismo, Wilde

observa: «Toda autoridad es degradante. Degrada a quienes la ejercen y

degrada a aquellos sobre los que se ejerce». [41] Wilde estaba dividido entre su

tendencia instintiva a la jerarquización como idealista apolíneo que era y el

liberalismo al que le llevaron las dificultades de ser homosexual en una

sociedad cristiana. Esta división le condujo a unas deslumbrantes

contradicciones. Por ejemplo, en su primer juicio, Wilde fue interrogado

acerca de sus relaciones con jóvenes obreros:

Carson: ¿Sabía que ese tal Parker era mayordomo y el otro mozo de cuadra?

Wilde: No lo sabía, pero aunque lo hubiera sabido no me habría preocupado. Me importa un

comino lo que fueran. Me gustaban. Me apasiona educar a la comunidad.

Carson: ¿Le divierte entonces estar entre mozos y cocheros?

Wilde: Para mí el placer era estar con los jóvenes brillantes, felices, despreocupados y libres. No

me gustan los sensatos ni los viejos.

. . . .

Carson: ¿Qué tenían en común este joven y usted? ¿Le atraía a usted?

Wilde: Me gusta frecuentar a gente más joven que yo. Me gustan todos aquellos de quienes se

dice que son holgazanes y despreocupados. No hago distinciones sociales; y para mí la

juventud, el mero hecho de la juventud, es tan maravillosa que prefiero hablar con un joven

durante media hora antes que, en fin, ¡ser interrogado en un juicio!

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