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Sexual Personae - Camille Paglia

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que las almejas crudas tienen un carácter latente de cunnilingus que repugna a

mucha gente. Comer una almeja recién sacada del mar, apenas muerta, es una

amorosa inmersión en el frío mar salado de la madre naturaleza.

La escatología y el graffiti, con su perenne sabiduría popular, reconocen

toscamente el carácter marino de la mujer. En la lengua vulgar los genitales

femeninos se llaman «la almeja». No es raro ver camisetas o placas y

pegatinas en las que se relaciona el consumo de pescado con la virilidad. No

hace mucho, ciertos estudiantes de una prestigiosa universidad americana se

intercambiaron en la pared de uno de los cubículos de la biblioteca las

réplicas que a continuación reproduzco literalmente: «¡Las mujeres huelen a

pescado! ¡Los hombres huelen a mierda! ¿Les gusta a las mujeres el olor a

pescado? ¿Huele a mujer el pescado? ¿Le gusta al pescado el olor a mujer?».

Dioniso, el dios de los fluidos, gobierna una lóbrega tierra de nadie medio

licuada. Neumann observa la conexión lingüística en alemán entre Mutter,

«madre»; Moder, «ciénaga»; Moor, «aguas pantanosas»; Marsch, «marisma»;

y Meer, «océano». [29] Una miasma ctónica envuelve a la mujer, al igual que la

nube que lanza una lluvia de pestilencia sobre la Tebas de Edipo. Esa miasma

es el sino procreador de la mujer, que la encadena a lo primigenio. Artemisa

es la mujer en huida permanente, que ha escapado de la nube para entrar en el

sol apolíneo. El brillo de Artemisa es un autoendurecimiento militante, un

rechazo de la menarquia. Dioniso respalda a la mujer al tiempo que la

mantiene en la ciénaga ctónica. Sartre habla de le visqueux, «una sustancia

entre dos estados», «una succión húmeda y femenina», «un líquido visto en

una pesadilla». [30] La viscosidad de Sartre es la ciénaga de Dioniso, el lodo

carnoso de la matriz generativa. No hay visión porque no hay ojos. Se ha

apagado la antorcha solar de Apolo; el corazón de la creación es ciego. En el

mundo uterino de la naturaleza no hay objetos ni arte.

Dioniso representa la totalidad que todo lo abarca del culto a la Diosa

Madre. Nada le repugna, pues contiene todo lo que es. La repugnancia es una

respuesta apolínea, un juicio estético. La repugnancia indica siempre un

alineamiento equivocado con respecto a lo materno o una forma de

esquivarlo. Huysmans se refiere al «horror húmedo» del contaminado cuerpo

de la mujer. [31] Yo mantengo la tesis de que el esteticismo del siglo XIX, una

visión de un mundo de transparencia cristalina, supone una huida de la

ciénaga ctónica que condujo al Romanticismo, sin saberlo, Wordsworth, el

amante de la naturaleza. El esteticismo insiste en la corriente apolínea, que

distingue los objetos y los separa de la naturaleza. La repugnancia es miedo

apolíneo a la disolución de los límites. Ernest Jones afirma que la denuncia

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