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Sexual Personae - Camille Paglia

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la distancia de un espectador. El solipsismo del Alto Romanticismo pasa a

convertirse en secuestro tardorromántico, no del objeto (como en Balzac) sino

del sujeto. La conciencia tardorromántica, separada de la naturaleza, convierte

al arte y, por lo tanto, al ojo en su único modo de conocimiento. Esta forma de

conocer y de conocerse es ajena a todos los románticos, a excepción de

Byron. La ironía aristocrática de Byron podría ser la fuente del

tardorromanticismo francés. Su humor despreocupado está siempre presente

en Gautier.

D’Albert es el hombre sensible rousseauniano, pero los discípulos de

Rousseau no se expusieron a los ojos de un teatro público. D’Albert es un

dandi, perezoso y blasé. Viste con ricos paños (como Gautier) y se riza el

pelo para llevar la contra a los seguidores de la convención, que le llaman

afeminado. Como sucedía en el caso del epiceno París de Goethe, a las

mujeres puede atraerles lo que repugna a los hombres: el atildado De Marsay

de Balzac observa que las mujeres se pirrian por los petimetres. Maupin se

queja de la tosquedad y torpeza de los hombres y de su incapacidad erótica.

Para Gautier y los decadentistas la masculinidad es antiestética. El hombre

debe hacerse andrógino si quiere amar. En el rudo Artegall de Spenser, así

transformado, la acción del Renacimiento se hace moral, pero en el esteta la

acción se desarma para convertirse en belleza.

D’Albert es «más actor que hombre», un hombre que escapa de la cárcel

del sexo mediante una mascarada de diferentes personajes. Fantasea que

cambia de sexo, como Tiresias. Al final se embarca en una búsqueda

platónica. Al igual que Shelley, D’Albert sueña con una mujer imaginaria y

luego le da vida; el resultado es la personificación de la «belleza abstracta».

El principio que domina el Romanticismo es la imaginación, un proceso

dinámico por medio del cual la mente juega con la realidad. El principio del

tardorromanticismo francés es el arte, principalmente la pintura y la escultura.

El arte francés prerrevolucionario, religioso y aristocrático, era más ornado

que ningún otro arte en Inglaterra. El Romanticismo francés reivindicó la

austeridad del Gótico, hacia el cual Gautier se mostraba hostil. D’Albert

lidera un movimiento para la recuperación del clasicismo griego, de los

principios apolíneos del arte italiano renacentista seguidos por Jacques-Louis

David. Suscribe el ideal griego de: «Adoro la belleza de las formas sobre

todas las cosas; la belleza es para mí una divinidad visible». [4] Como en

Platón, la persona bella es un dios. Gautier decía a los Goncourt: «Mi gran

distinción es que yo soy un hombre para el que existe el mundo visible».

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