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Sexual Personae - Camille Paglia

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¿Ha tenido un orgasmo? ¿Será de verdad hijo mío? ¿Quién fue realmente mi

padre? La sexualidad femenina está envuelta en un velo de misterio. Este

misterio es la razón principal del cautiverio que el hombre ha impuesto a la

mujer. Sólo encerrando a su mujer en un harén guardado por eunucos podía el

hombre estar seguro de que el hijo de ésta era también suyo. La visibilidad

genital del hombre es una fuente de su deseo científico de confirmación y

validación externa. Espera poder descubrir por este método la historia de

misterio fundamental, su nacimiento ctónico. La mujer está oculta tras un

velo. El desgarramiento de este velo puede ser el motivo de las violaciones en

grupo y de las violaciones con asesinato, particularmente en el caso de las

mutilaciones rituales del tipo de las llevadas a cabo por Jack el Destripador.

La exposición pública por parte del Destripador del útero de sus víctimas

encuentra un exacto paralelismo en un rito tribal de los bosquimanos

sudafricanos. Los delitos sexuales son siempre masculinos y nunca femeninos

porque son atentados conceptualizadores contra la inalcanzable omnipotencia

de la mujer y la naturaleza. Todo cuerpo femenino contiene una celda de

noche arcaica ante la cual ha de detenerse todo conocimiento. Éste es el

sentido profundo del striptease, un baile sagrado de orígenes paganos con el

que, como en el caso de la prostitución, el cristianismo no ha podido acabar.

El baile erótico masculino no es comparable, pues la mujer desnuda que pasea

por el escenario se lleva, sin mostrarlo, el enigma último, las tinieblas

ctónicas de donde venimos.

El cuerpo de la mujer es un lugar secreto, sagrado. Es un témenos o

recinto cerrado ritual, término que suelo adoptar para los análisis artísticos.

En el espacio marcado del cuerpo de la mujer, la naturaleza opera en su

modalidad más tenebrosa y mecánica. Todas las mujeres son sacerdotisas

guardianas de un témenos que encierra misterios demónicos. La virginidad es

categóricamente diferente para los dos sexos. El chico que se está haciendo

hombre busca experiencia. El pene es como el ojo o la mano, una extensión

de su ser hacia fuera. Pero una chica es una nave cerrada en la que sólo se

puede entrar por la fuerza. El cuerpo femenino es el prototipo de todos los

espacios sagrados, desde la cueva al santuario pasando por el templo y la

iglesia. El útero es el sanctasanctórum, lo que supone un grave problema,

como veremos, para quienes han intentado, como William Blake, abolir la

culpa y el secretismo del sexo. El tabú que envuelve al cuerpo femenino es el

tabú que planea sobre el espacio de lo mágico. La mujer es literalmente lo

oculto, lo escondido. Estos significados misteriosos no se pueden cambiar,

sólo se pueden reprimir, hasta que vuelven a entrar en la conciencia cultural.

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