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Sexual Personae - Camille Paglia

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resentimiento contra esta resaca que le arrastra debemos las grandes

construcciones de nuestra cultura. La forma de ser apolínea, fría y absoluta, es

la sublime repulsa de Occidente. Lo apolíneo es una raya masculina trazada

contra la magnitud deshumanizadora de la naturaleza femínea.

Todo se funde en la naturaleza. Pensamos que vemos objetos, pero nuestra

mirada es lenta y parcial. La naturaleza florece y se marchita en largas y

jadeantes bocanadas, subiendo y bajando en un oleaje oceánico. Una mente

que se abriera plenamente a la naturaleza sin prejuicios sentimentales

resultaría absorbida por su materialismo brutal y su incansable exceso. Un

manzano cargado de manzanas: qué pintoresco, qué sosegado. Pero

volvámoslo a mirar sin el filtro rosado de nuestro humanismo. Veamos en él a

la naturaleza en constante ebullición, borboteante; sus monstruosas burbujas

espermáticas derramándose y yendo a aplastarse en esa inhumana sucesión de

desechos, putrefacción y carnicería. De las células apelmazadas, vidriosas, de

las huevas de algunos pescados a las ligeras esporas lanzadas al aire al estallar

las vainas, la naturaleza es un avispero enconado de agresividad y

destrucción. Ésta es la magia negra ctónica que el cristianismo define tan

inadecuadamente como pecado original, del que cree que puede redimirnos.

La mujer procreadora es el obstáculo más problemático para la pretendida

catolicidad del cristianismo, lo que resulta demostrado por sus ilusorias

doctrinas de la Inmaculada Concepción y de la virginidad de María. La

facultad procreadora de la naturaleza ctónica supone un obstáculo para toda la

metafísica occidental y para todos los hombres en la búsqueda de una

identidad contra su madre. La naturaleza es el febril desbordamiento de la

existencia.

El arma más eficaz contra el flujo de la naturaleza es el arte. La religión,

los rituales y el arte empezaron siendo uno, y todavía sigue habiendo en el

arte un elemento religioso o metafísico. Por minimalista que sea, el arte no se

limita a ser un simple diseño. Es siempre una forma ritual de reordenar la

realidad. Tanto si se produce en un periodo de estabilidad colectiva como en

uno de inestabilidad individual, el arte vendrá siempre inspirado por la

ansiedad. Toda temática localizada y ensalzada por el arte tiene siempre

encima el peligro de su contrario. El arte es una manera de cerrar con el fin

de dejar fuera, de evitar ese peligro. El arte es una forma ritual de contener

esa máquina en continuo movimiento que es la naturaleza. El primer artista

era un sacerdote tribal que intentaba exorcizar la energía demónica de la

naturaleza fijándola en un momento que se percibe como estable. Esa fijación,

esa sujeción, es central en el arte: como estasis y como obsesión. El artista

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