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Sexual Personae - Camille Paglia

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Los críticos y analistas sociales de los años sesenta trivializaron lo

dionisíaco, convirtiéndolo en una especie de juego y protesta. Marihuana en

los piquetes, sexo en el cuarto de jugar. Una benigna regresión. Pero el gran

dios Dioniso representa el barbarismo y la brutalidad de la madre naturaleza.

Comparando las corrientes órficas y olímpicas de la religión griega, Gilbert

Murray observa lo siguiente: «Tales objetos son dioses o formas de Dios: no

hombres inmortales fabulosos, sino “cosas que existen”, cosas esencialmente

no humanas y no morales, que traen al hombre gloria o destrozan su vida sin

experimentar brecha alguna en su propia serenidad». [34] Dioniso libera

destruyendo. No representa el placer, sino el placer-doloroso, el tormento de

ser esclavos de nuestro cuerpo. Por cada don se cobra su precio. La orgía

dionisíaca terminaba en mutilación y desmembramiento. El frenesí de las

ménades estaba bañado de sangre. El verdadero baile dionisíaco es una

torsión extrema, una fractura. Los acentos discordantes de la percusión de

Stravinsky, de la danza de Martha Graham y de la música rock son

conmociones cósmicas sobre el género humano, descargas de fuerza pura. La

naturaleza dionisíaca es un cataclismo. Nuestros cuerpos son templos

paganos, vestigios de la resistencia pagana contra el alma o la mente

judeocristiana. Se dice que el bulímico típico de nuestros tiempos, arrodillado

delante del retrete, gimiendo y vomitando compulsivamente, está «adorando

al dios de porcelana». Cuando los espasmos ctónicos se apoderan del cuerpo,

somos invadidos por Dioniso. Las contracciones uterinas de la menstruación y

el parto son el puño de Dioniso presionando nuestras entrañas. El nacimiento

es expulsión, una rocosa cascada de espasmos que nos empuja afuera en un

río de sangre. Somos la piel del tambor que golpea la naturaleza. La

invitación al baile dionisíaco es un contrato que estipula nuestra relación de

esclavitud con la naturaleza.

El violento principio del culto dionisíaco es el sparagmos, que en griego

significa «destrozo», «ruptura», «despedazamiento», y en segundo lugar,

«convulsión», «espasmo». El cuerpo del dios, o el de un sustituto animal o

humano, es hecho pedazos, que son ingeridos o esparcidos como semillas. La

antropofagia, la ingesta ritual de carne humana cruda, constituye la

asimilación e interiorización de la divinidad. Las antiguas religiones

mistéricas postulaban la imitación del dios por parte de los devotos. El

canibalismo era una representación, un teatro primitivo. Eres lo que comes.

Isis recogió los miembros despedazados del cuerpo de Osiris, esparcidos por

toda la tierra, fundando un santuario en cada lugar. Antes de ser arrestado,

Jesús reparte el pan entre sus discípulos: «Tomad y comed; éste es mi cuerpo»

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