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Sexual Personae - Camille Paglia

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de fertilidad. Para ella, la naturaleza es primariamente una fuerza, no una

madre nutricia. En otras palabras, Emily Brontë crea una naturaleza sin

madre.

Cumbres borrascosas revisa de forma sistemática sus fuentes románticas.

Convierte de pasivo a activo y de espiritual a material el encuentro incestuoso

de las almas gemelas que se daba en Epipsychidion. La Emilia de Shelley era

un «ángel» nebuloso o un «serafín celeste», pero Catherine, que identifica su

amor por Heathcliff con «las eternas rocas profundas», sueña que los ángeles

la expulsan del cielo; y se queda tan contenta. Cumbres borrascosas es un

Epipsychidion inserto en la naturaleza. Emily Brontë trata a Byron de forma

parecida, enraizándolo, o más bien enraizando esa personalidad suya de

brillante voluntad, en lo natural. En Heathcliff se produce el paso directo

entre el byronismo y la fuerza natural, pues en la poesía de Byron, la

naturaleza funciona en gran medida como telón lírico. Con sus afilados

dientes de caníbal y su «expresión de rencoroso perro de mala raza»,

Heathcliff se encuentra en el límite de lo humano. Los pájaros construyen sus

nidos cerca de él, pues lo toman por un leño. [27] Pero a quien Brontë corrige

con mayor penetración es a Wordsworth. Cumbres borrascosas, escrito en el

momento álgido de la veneración victoriana por la naturaleza, imagina un

cosmos de crueldad coleridgiana. Brontë embrutece a Wordsworth,

transformando su sereno y majestuoso testimonio de cooperación moral entre

el hombre y la naturaleza en una violenta oda en prosa palpitante de

subterráneas turbaciones. Esta novela es un remolino sadomasoquista de ruido

y de movimiento primitivos, la interpretación y el desgarro del sparagmos

dionisíaco, que sólo se hace tolerable o incluso inteligible por el brillante

mecanismo de distanciamiento que son las secuencias narrativas encadenadas.

Cumbres borrascosas es un catálogo de horrores ctónicos, cada uno de

ellos una afrenta coleridgiana a la benevolencia wordsworthiana. La novela

está llena de estallidos de violencia y de vívidas fantasías de muerte y de

tortura. Presenciamos o escuchamos cómo se pega, se abofetea, se azota, se

pellizca, se araña, se tira de los pelos, se da patadas, se pisotea; presenciamos

cómo se mata a los perros ahorcándolos. Hindley espera que su caballo haga

saltar los sesos de Heathcliff. Catherine, mordida por un perro, no lloraría ni

siquiera si «se hubiera visto lanzada entre los cuernos de una vaca brava».

Isabella se retuerce como si le estuvieran clavando agujas al rojo vivo.

Heathcliff considera la posibilidad de colgar a Joseph de lo más alto del

tejado y de pintar la entrada principal de la casa con la sangre de Hindley. En

otro momento, tira una escudilla llena de compota de manzana caliente a la

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