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Sexual Personae - Camille Paglia

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Baubo con la Gran Madre. Convierte la agresividad y la burla en un teatro

pagano al aire libre.

Freud opina que «la piel y el terciopelo reproducen la visión de la

vellosidad púbica» de la madre. [18] La Venus de las pieles de Masoch (1870)

parece respaldar esa opinión. Goethe atrae a su madre a un escenario de

embate jerárquico. El río helado es su frialdad hacia ella: este hielo es como el

pozo de Dante, donde los padres se comen a sus hijos. Las generaciones están

en guerra, en lucha constante por el dominio. Como Prometeo, Goethe roba la

llama del antiguo orden. Le arrebata a su madre el manto vatídico,

otorgándose el poder délfico de dar a luz a Werther. Harold Bloom afirma que

«un poeta con fuerza… ha de adivinarse o inventarse, y así intentar la

imposibilidad de darse vida a sí mismo». [19] Goethe impone un ritual público

de autocreación. La carrera de Jesús se inicia en Caná, donde le dice

desabridamente a María: «¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha

llegado mi hora» (Juan 2, 4). En el río helado, Goethe le dice a su madre que

su hora ha llegado y que toma de ella lo que necesita para darse a luz a sí

mismo. Las comadronas, en la orilla, observan boquiabiertas, desdeñadas e

inútiles. Remo, saltando el muro de tierra levantado por su hermano Rómulo,

quería romper su magia, como si fuera una violación. Plutarco registra que

Julio César soñó, la noche previa a cruzar el Rubicón, que tenía relaciones

sexuales con su madre. Goethe también cruza un río y viola a su madre patria.

Ataque y repliegue: una declaración de la independencia de su imaginación.

Desde entonces, Goethe se mostrará siempre desafiadoramente distante de su

terrible madre. Es como si hubiera robado el Paladio, la estatua del culto a

Atenea, que hizo caer Troya. Antes se encontraba bajo la égida de su madre,

ahora es suya, él la lleva. Es el hijo travesti de una diosa amazona vencida.

Para otro artista, dar la espalda a su madre podría haber significado una

mengua en su sensibilidad y su emoción, la atrofia de su creatividad. Pero

Goethe se reorientó intuitivamente hacia el espíritu de su hermana, tomando

de ella su purificada feminidad. Juntos gobernarían su nuevo mundo interior,

Ptolemos gemelos de un Romanticismo que se declara huérfano.

Goethe empleó las analogías transexuales para describir su proceso

creativo, refiriéndose a él mismo como mujer encinta. Hablaba de estar

«súbitamente inundado» por sus poemas, que forzaban su entrada en él

totalmente formados. Artísticamente se sentía femenino y pasivo hacia un

poder superior, una idea que volveremos a encontrar en Wordsworth, Shelley

y Keats. Cuando se recuerda a Goethe se utiliza con frecuencia una

terminología sexualmente ambigua. Schiller, por ejemplo, decía: «Lo miro

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