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Sexual Personae - Camille Paglia

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amenaza con devorarla. Ella huye, y él la sigue: «Notaba su Talón de Plata /

En mi Tobillo — Luego mis Zapatos / Rebosaron Perlas» (250). El rebosante

zapato vaginal es un receptáculo coneptista, moral y literario. Es primero una

contención sexual heredada, interiorizada (cf. 340). El zapato es un don

masculino, no el zapato de cristal del príncipe, sino la bota de hierro del tirano

paterno. La misma imagen aparecerá en Daddy, de Sylvia Plath, donde el

padre nazi es un «zapato negro» que encierra a la hija adulta. Además el mar

invade el «Zapato sencillo» de Dickinson porque toda revelación de la

realidad brutal de la naturaleza es una violación de las ilusiones

sentimentales. En los poemas del gusano y del mar, la hablante huye a un

pueblo buscando ayuda. Una refutación irónica de Wordsworth: la

civilización, a la que la autora no solía acercarse, es nuestra única defensa

contra la naturaleza.

Las serpientes son muy flexibles, una cualidad de la que Dickinson

desconfía. Dice, por ejemplo: «La Muerte es un Pretendiente muy flexible /

Que al final obtiene la victoria» (1445). Sus personajes masculinos o

pseudomasculinos tienen gran facilidad de movimientos o una untuosa

seguridad en sí mismos que se corresponde con la comodidad que sienten los

hombres con respecto a sus cuerpos en las novelas de Virginia Woolf. En la

mitología, los hombres son paralizados por mujeres-medusas, símbolos de la

naturaleza. En Dickinson las mujeres son paralizadas por jerarcas masculinos

celestiales y terrenales. La epifanía del gusano es inquietante porque

constituye una invasión de la habitación propia, para Dickinson, como para

Woolf, un ideal sagrado, un témenos del yo interior. Yo rechazo toda lectura

del poema del gusano que lo reduzca al horror a la sexualidad de una

solterona de Nueva Inglaterra. La equivocación consistiría en disociar a la

autora y a la serpiente, cuando esta última es, en realidad, un miembro suyo

que ella misma se ha amputado. Lo ha soltado por autotomía, de modo similar

a como hacen los lagartos, las langostas y las estrellas de mar con sus colas y

sus pinzas. Veo en la escena una película surrealista parecida, Un perro

andaluz. La poetisa es como un hombre que soltase el paraguas y de repente

se viera vestido de mujer. Se da la vuelta y se da cuenta de que el paraguas se

ha convertido en un cóndor que le mira con malas intenciones. En otras

palabras, en la privacidad de su habitación la poetisa deja momentáneamente

a un lado su arma cargada, su persona masculina. Pero cuando vuelve observa

que se ha inflado, como el pan de Lucille Ball, y ha salido volando por la

ventana.

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