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Sexual Personae - Camille Paglia

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«alto goticismo psicológico». Parte del Christabel de Coleridge y sus

descendientes, Ligeia de Poe y Otra vuelta de tuerca de James. Un buen

ejemplo es El rojo en los labios (Daughter of Darkness, 1971), con Delphine

Seyrig en el papel protagonista: una elegante vampira lesbiana. El «alto

goticismo» es abstracto y ceremonioso. El mal se ha convertido en una

especie de glamour hastiado, jerárquico. No hay brutalidad en ella. El tema es

el poder occidental erotizado, el peso de la historia. El ansia (The Hunger,

1983) es casi una obra maestra del género, si no fuera por ciertos errores

horrendos, como cuando la regia Catherine Deneuve se ve obligada a

arrastrarse por el suelo a gatas, apartando cadáveres degollados. ¡Por favor!

La carnicería no es el objetivo del vampirismo. El sexo —el dominio y la

sumisión— sí lo es. El terror gótico ha de estar moderado por la disciplina

apolínea, o corre el riesgo de convertirse en una burda bufonada. La mayoría

de las películas de terror que se producen hoy en día son antiestéticas y

antiidealizadoras. Su tema es el sparagmos, las energías dionisíacas

pulverizadoras de la forma. Las películas de terror liberan las fuerzas

reprimidas por el cristianismo: el mal y la brutalidad de la naturaleza. Las

películas de terror son cultos rituales paganos. El hombre occidental está

siempre verificando obsesivamente lo que el cristianismo no ha sido capaz de

enterrar o de explicar. Las historias de terror que terminan con la victoria del

bien no son más numerosas que las que acaban con la amenaza del retorno del

mal. La naturaleza, al igual que el vampiro, se levantará de su tumba.

Las películas de terror vulgares, con mucha casquería o un tipo de

deterioro corporal totalmente grunge, reflejan una sensibilidad norteeuropea,

el ensuciamiento de un protestantismo demasiado limpio. El abuso indecoroso

del cuerpo es análogo a las gárgolas medievales o a los enanos y duendes de

los cuentos de hadas, que para mí resulta imposible tomar en serio, ni siquiera

en Wagner. Las culturas mediterráneas identifican correctamente las

deformaciones ctónicas con ciertos monstruos femeninos impresionantes,

como Escila. Los duendes norteeuropeos son una evasión de la cruda realidad

de la naturaleza femenina. Las películas de terror se regodean con las

mutilaciones o excrecencias en la figura humana: cicatrices, inflamaciones,

costras. Los monstruos de las películas parecen recubiertos de hongos y

musgo. Tienen tantos nudos y excrecencias como viejos tocones. G. Wilson

Knight observa que «gran parte del horror que nos inspira la muerte es, en el

fondo, una repulsión física». [30] Las películas de terror utilizan la

podredumbre como materia básica, una podredumbre que forma parte de la

secreta insaciabilidad de verdades dionisíacas del Occidente cristiano. Las

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