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Sexual Personae - Camille Paglia

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principio de la masculinidad por encima del de la femineidad, alejando y

limitando el poder femíneo. Este libro, que toma como símbolo fundamental

la blancura o la ausencia de color de la carencia de significado y que es la

primera novela que reconoce «los vacíos e inmensidades sin corazón del

universo», [23] debería, por lógica, tomar una visión despersonalizada de la

naturaleza. Pero la forma en que Melville trata la naturaleza es

sorprendentemente incoherente, y está plagada de digresiones, producto de la

ansiedad sexual.

Moby Dick es un retrato exuberante de la rapaz naturaleza sadiana, del

«canibalismo universal del mar» y de «la espantosa codicia de la tierra».

Melville rechaza la ternura cristiana y wordsworthiana: «Todos somos

asesinos, en la tierra y en el mar». «Carniceros somos» con una voluntad de

tiburones. Al igual que Baudelaire, desafía al hipócrita lector: «Id un sábado

por la noche y ved las multitudes de bípedos vivos que miran pasmados las

largas filas de cuadrúpedos muertos. Este espectáculo, ¿no es capaz de hacerle

perder los dientes al caníbal? ¿Caníbales?, ¿quién no es caníbal?». El

humanismo y el liberalismo son las máscaras de la vigilia. La noche da rienda

suelta a nuestro apetito animal. Uno de los momentos supremos de la novela

es la visión arquetípica del gran pulpo:

Una vasta masa pulposa, de estadios enteros de anchura y longitud, de un resplandeciente

color crema, flotaba en el agua, con innumerables brazos irradiando desde su centro y

retorciéndose y rizándose igual que un nido de anacondas, como para captar a ciegas

cualquier desdichado objeto a su alcance. No tenía cara ni frente perceptible; no tenía signo

concebible de sensación o instinto, sino que ondulaba allí en las olas una manifestación de

vida sin forma, extraterrenal, azarosa. [24]

Ésta es la serpentina cabeza medúsea de la naturaleza, cenagosa e inerte,

uno de los espesos matorrales de Burne-Jones en el mar. El pulpo no tiene

rostro, pero ¿tendrá sexo? Volveremos a ver esta «masa pulposa» en otra

narración de Melville, El paraíso de los solteros y el tártaro de las doncellas,

donde representa la incesante fertilidad de la mujer.

El pulpo representa aquello en lo que Melville nunca permitirá que se

convierta su ballena. Es la obesidad femínea de la materia, una tela de araña

pegajosa y viscosa. Posteriormente convertirá la imagen del pulpo en la del

magnificente telar de la naturaleza vegetal, susurrando en su exuberante

«enramada» de los Mares del Sur. La enramada (bower), tal como pasa de

Spenser a Milton y de éste a los románticos, es el habitáculo secreto del poder

femíneo. Melville no se limita a elidir el género tradicionalmente adjudicado

a la «enramada» a fin de realizar una inspección científica de la maquinaria de

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