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Sexual Personae - Camille Paglia

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Los títulos de nobleza dickinsonianos son grados honorarios de apuro

extremo y puntean el camino del más allá. Son hermafroditas porque son

trascendentes. La muerte hace a una mujer conde de la misma manera en que

la impersonalidad la convierte en andrógino, masculinizándola hasta la

abstracción. En sus saltos transexuales hacia la eternidad, Dickinson es como

la Safo de Swinburne, quien, abandonando su pasivo cuerpo femenino, se

vuelve hombre al morir. En algunos poemas el esquema sexuado de evolución

espiritual es el del niño a la mujer y de la mujer al hombre, adoptando el

aspecto tradicional, blakiano, de la transición entre la inocencia y la

experiencia y entre la experiencia y una nueva inocencia redimida. La mujer

no es sino la máscara social de la vida adulta.

Las desnudas yuxtaposiciones dickinsonianas de roles (zar/mujer,

conde/niña) son una especie de collage sexual. Le divierte desconcertar al

lector con vinculaciones fantásticas. En un poema centrado en su descuido del

jardín dice: «Mi Cactus —se aparta la Barba— la de ella / Para que la

Garganta le vean» (339). ¿Por qué la de ella? Sexualiza provocativamente al

cactus para convertirlo en la mujer barbuda, un hermafrodita circense. Utiliza

el lenguaje genérico automáticamente para sugerir un contraste táctil y visual

entre las púas del cactus y su interior carnoso, al descubierto en el tallo

herido. El cactus femenino de Dickinson es groseramente sensual, un cauce

como una vulva, una hilera de lustre en un surco de ortigas. Se complace la

autora, en su soledad lujosa, en conjurar andróginos desconocidos por el

hombre. Obsérvese de nuevo el estilo epifánico: el cactus que se aparta la

barba para enseñar una garganta femenina es como Jesús o como María

señalándose el corazón sangrante, ardiente, o como San Francisco exhibiendo

sus estigmas. Este exhibicionismo religioso erotizado es característico del

barroco italiano y español, pero no del protestantismo americano.

Dickinson es capaz de hacer sexual cualquier situación, hasta el acto de

coger una flor:

¡Tan tímida cuando la vi!

¡Tan bonita — tan avergonzada!

Tan oculta entre sus hojillas

para que nadie encontrase—

Tan sin aliento hasta que pasé ante ella—

¡Tan vulnerable cuando me di la vuelta

y me la llevé ruborizada, resistente,

allende su entorno acostumbrado!

(91)

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