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Sexual Personae - Camille Paglia

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contribuye a crear la sombra de incomprensión que siempre ha acompañado a

Wilde. Mi teoría es que Shelley modeló su canon de belleza afeminada

basándose en la Pietà de Miguel Ángel y en la andrógina escultura helenística

que se puede ver en Roma, donde compuso gran parte de Prometeo liberado.

La pasividad sexual que Abrams no logra ver en la metáfora de la lira

eólica es crucial en el caso de la Ode to the West Wind (Oda al viento del

Oeste). No reconocer o ignorar este elemento significa no haber comprendido

en absoluto el poema. El poeta es la lira en la cual toca su música la

naturaleza salvaje. Del rescoldo brevemente reavivado salen volando las

«pavesas y cenizas» de sus pensamientos. El poeta es una «hoja muerta»,

como la mariposa nocturna de Epipsychidion, que se abrasa en la luz. La

tremenda fuerza masculina del «incontrolable» viento del oeste exagera la

fragilidad o la reacción creativa del poeta. Sus «ideas muertas», esparcidas

por todo el universo «para agilizar una nueva vida», son semillas de

inseminación. Pero Shelley es la semilla en estado letárgico, mientras que la

eyaculación corre a cargo del viento. Sorprendentemente, el poeta es un

inseminador pasivo. El hombre es medio amado, medio violado por la

naturaleza. La poesía es una jadeante alocución sexual, a duras penas

arrancada a unos esclavos maniatados a una correa larga e invisible. El poeta

como «ola» marina vuelve a recordar el mar femenino de Coleridge que se

extiende bajo el poder de Wordsworth. Pero mientras que las olas de

Coleridge son lánguidas, las de Shelley se encrespan con una excitación

sexual febril. La Ode to the West Wind es un drama sexual de vastas

proporciones. La grandeza del poema, su electrizante onda expansiva, reside

precisamente en la capacidad del poeta para proyectar en él mismo y en

nosotros la sensación de una rendición pasiva a una fuerza titánica. El éxtasis

de Shelley es el resultado de una experiencia sexual que desafía a la

convención. Está eróticamente unido, en cuerpo y alma, al viento en cuanto

que cautivadora fuerza masculina. La Ode to the West Wind es un auténtico

tour de force de la imaginación travestida romántica. Para mí es una variación

sexualizada del magnificente Mont Blanc, donde Shelley contempla la

apabullante enormidad de la naturaleza, un paisaje geológico desolado sin

«personas del sexo».

La lira eólica no sólo expresa la pasividad, sino también el carácter

compulsivo de la creatividad romántica. La consecución artística se origina en

la parte desconocida del ser. Nietzsche cree que los artistas apenas están

sexuados: «Su vampiro, su talento, les regatea como norma general esa fuerza

despilfarradora que se llama pasión». [24] Esto se puede aplicar a cualquiera

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