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Sexual Personae - Camille Paglia

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final de la escena. Spenser entiende tan bien como Donatello el significado de

la armadura medieval como vehículo de la identidad pagana occidental.

Spenser es un «creador de cosas» apolíneo que pertenece a una tradición que

une al pétreo faraón Kefrén con los coches o las latas metálicas de nuestro

tiempo.

La personalidad en Spenser está acorazada, cubierta con una armadura,

ese artefacto de agresivo fraguado. El tema fundamental de The Faerie

Queene es el mismo que el que veíamos en Miguel Ángel, el conflicto entre la

definición y la disolución del yo. En el Renacimiento, el sexo tiene una

libertad peligrosa. Esa fuerza bruta que el Medievo había encerrado en el

infierno, acecha ahora en cada claro del bosque, de regreso a su lugar en la

naturaleza. El ojo occidental, creador de los definidos límites de la identidad,

resulta atraído con el señuelo de la belleza sensual a un dominio donde no

existe la voluntad. A fin de preservar su autonomía, el ojo spenseriano queda

suspendido en el voyeurismo, una defensa táctica que termina convirtiéndose

en una perversión. El judaísmo ha suprimido este dilema por el procedimiento

de elevar la palabra y desterrar la mirada. Pero el cristianismo, al asimilar el

arte pagano, sufrió una escisión interna desde el mismo momento en que

abandonó Palestina. Spenser realiza un profundo estudio de la dinámica

amoral de la mirada occidental y esto es lo que hace de The Faerie Queene la

obra suprema de la literatura renacentista hasta Hamlet, que usa ese

voyeurismo spenseriano en prácticamente todas las escenas.

La tradición apolínea en la que se inserta The Faerie Queene se inició en

Egipto y Grecia y pasa luego a través de Donatello, Botticelli, Miguel Ángel,

Blake y Shelley hasta los pintores prerrafaelistas y Oscar Wilde.

Posteriormente reaparece en el cine, que siempre estuvo implícito en el arte

occidental y considerado desde el principio. The Faerie Queene hace cine

partiendo del principio básico de Occidente: ver es saber; saber es controlar.

El ojo spenseriano corta, hiere, viola. Desde Vasari, los artistas quedaron

divididos en dibujantes y coloristas, siendo estos últimos los que practicaban

el estilo pictórico definido por Wölfflin. La polémica estallará en el siglo XIX,

cuando Blake, por un lado, rechace el claroscuro, porque según él no es más

que barro, y por el otro, la pincelada difusa de Delacroix se oponga a la

nitidez de líneas de Ingres. Spenser emplea la incisiva plumilla del dibujante.

El contacto directo con Botticelli no era necesario, pues el estilo apolíneo

estaba latente en la armadura medieval, con la que Spenser atavía a tantos de

sus personajes. La armadura spenseriana es la personalidad occidental

imaginada como algo discreto, indisoluble, coherente y luminoso.

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