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Sexual Personae - Camille Paglia

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sus escritos es el clímax de Marius, donde el héroe, en un éxtasis de

clarividencia, sacrifica su vida por un amigo. La escena seguramente tome

como modelo el agon del «varón-heroína» de Atalanta en Calidón de

Swinburne. Pater encuentra un «toque siniestro» en la «insondable sonrisa»

de la Mona Lisa. Sonríe porque exige que se la vea, que se la conozca y que

se la experimente. El hombre ya no podrá evitarla ni encontrar un lugar donde

ella no esté en el que pueda existir él. Ella es el peso y la carga de la biología.

Siguiendo a Gautier, Pater convierte la prosa en poesía. Desafía la

moralidad medieval de Ruskin, creando un corrupto objet d’art renacentista,

culturalmente primario. Yeats reforzó el lirismo de Pater al incluir el

fragmento de la Mona Lisa en el Oxford Book of Modern Verse (1936) como

primer poema moderno. Desafortunadamente, rompió las frases en débiles

versos libres, destruyendo así su ritmo. En el prefacio Yeats señala que dicho

pasaje dominó a toda una generación. [31] Yeats, quien afirmó que había sido

educado rodeado de la cultura prerrafaelista, le debe mucho a Pater. [32]

Adoptando el sincretismo sexual de los vampiros de Swinburne, Pater

transforma la Mona Lisa tanto en Leda como en Santa Ana (el extraño doble

de María en Leonardo). De este modo, la madre demónica de Pater es el

origen tanto del ciclo histórico clásico como del cristiano, una idea que Yeats

toma para Leda en Leda y el Cisne y para María en Two songs from a Play

(Dos Canciones de una Obra). Pero Yeats hace una revisión sexual crucial,

inspirada por sus propias ansiedades. A su Leda la rapta y deja embarazada un

Zeus severamente masculino. La Mona Lisa de Pater no necesita pareja: ella

da a luz a los fenómenos por partenogénesis. Así Leda y el Cisne, el primer

poema del siglo XX, fue un ritual de exorcismo por el que Yeats se liberó de

Pater, del Decadentismo fin-de-siècle, y de los persistentes sueños de

sumisión sexual al estilo de Swinburne.

En cuanto que «presencia» que se alza junto a las aguas uterinas

primordiales, la Mona Lisa no tiene contorno ni género, no tomando forma

humana sino como algo secundario. Esta aparición es «más vieja que las

piedras» porque ella las creó. Pater la imagina como el nacer darwiniano de

las especies. Al igual que los vampiros de Baudelaire, Mona Lisa habita en un

frío mundo mineral. Su belleza también está mineralizada, el depósito celular

de sus perversos pensamientos. Se fabrica a sí misma mediante la acrecencia

de coral, un incremento decadentista de las partes. Su soñoliento autoerotismo

es como el de La rosa enferma de Blake. La lenta reunión de «extrañas ideas»

y «enfermedades» del alma en su rostro reaparecerá en el corrompido cuadro

del siempre joven Dorian Gray de Wilde. Como la Dolores de Swinburne, la

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