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Sexual Personae - Camille Paglia

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potro de tortura flotante: la mesa de los invitados convertida en Balsa de

Medusa.

Las mujeres en James tienen una autoridad innata, mientras que los

hombres se han batido en retirada. Merton Densher, la violeta marchita de Las

alas de la paloma, reflexiona así: «Había pensado, sin duda, desde el día de

su nacimiento, mucho más de lo que había actuado». Demasiado pensar

difumina el definido yo masculino. Densher está sometido tanto a la señora

Lowder como a su descarada sobrina, Kate Croy, a la que ofrece «su pura

pasividad». Disfruta de ser «un mero espectador», mientras que Kate es «el

impecable soldado que marcha en el desfile». Y dice de ella, lleno de orgullo:

«¡Ah!, es muy imperiosa». El anodino protagonista jamesiano siempre se está

inclinando con obsequiosas palabras ante su amante-ama. Densher le dice a

Kate: «¡Eres prodigiosa!». «Pues claro que lo soy», responde ella. [22] Estos

momentos rayan en el mal gusto debido a su flagrante afectación, apenas

disimulada por un velo de ironía. Algo semejante a un erizo hurgando bajo un

tapete. Wilde es más honrado, pues permite que los oponentes masculinos

sobre los que dominan lady Bracknell y Gwendolen muestren más agallas. Al

llevar a sus insípidos protagonistas masculinos a esas posturas reverenciales,

James se convierte en un hermafrodita cortesano, un untuoso adulador de la

corte de la reina. Su servilismo es una versión más de los cultos reverenciales

que Poe, Baudelaire y Swinburne realizan a sus vampiros románticos.

Como «persona del sexo», el hombre pasivo es anterior a la fase tardía

decadentista de James. El enfermo Ralph Touchett, de The Portrait of a Lady

(Retrato de una dama, 1881), es genéticamente medio femenino: su padre fue

«el más maternal», y su madre «paternal», «gobernadora» incluso. Él es «una

unión accidental de ángulos relacionados»: «Trastabillaba, tropezaba y

arrastraba los pies de una forma que ponía de manifiesto una gran indefensión

física». Esta torpe marioneta describe así su sumisión ante la valiente heroína:

«Isabelle Archer ejerce en mí una influencia… sí; la ejerce sobre todo el

mundo. Pero yo he sido totalmente pasivo a ella». [23] El hombre jamesiano se

pone bajo la influencia del poder de la mujer, como un paciente sometiéndose

a una sesión de hipnotismo. Sólo el reflejo le hace brillar, una luna masculina

que recibe la luz de un sol femenino. En su obra tardía, James deja de utilizar

excusas para la inercia de sus protagonistas masculinos. El protagonista de

The Beast in the Jungle (1903), no se casa simplemente porque, como el

Bartleby de Melville, «preferiría no hacerlo». Su modestia virginal es una

especie de abulia moderna. El hombre jamesiano, con su palidez urbana, es un

Bathebly con una considerable cuenta corriente. En su rechazo del

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