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Sexual Personae - Camille Paglia

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característicos del reinado de los Tutmosis, son pesados y compactos,

formando una sola pieza de la cabeza a los pies. Pero los relucientes féretros

de jade de los príncipes Han están labrados en facetas, formando una

superficie escamosa. La tradición apolínea occidental es impermeable,

adamantina, inflexible. Es una estética de lo finito, lo cerrado. Donald Keene

dice que en japonés las frases «dejan tras de sí una cola de tenue humo…»;

son como un vapor de partículas suspendidas. [2] En otras palabras, el japonés

tiende a no cerrar las frases. Los sabios japoneses incluso atribuyen un

interior a la hoja del sable, que en Occidente es un violento tótem fálico,

proyectando poéticos paisajes en las cien capas plegadas del mismo. La

armadura occidental tiene la función de separar, de apartar: separa una

identidad de la otra y ambas de la naturaleza. La armadura de Spenser es el

símbolo de la externalidad apolínea, del conflicto y de la vigilancia solar.

Garantiza una visibilidad permanente, la de las «personas» aceradas contra

sus propios impulsos sexuales. En The Faerie Queene, la naturaleza acecha

con sus seductoras disoluciones del ser: la entrega y el reposo.

Las armas y las armaduras en The Faerie Queene simbolizan la fortaleza

y la autoafirmación masculinas. Ésas son las cualidades que esperamos de los

héroes. Pero Spenser las amplía a las heroínas, de una forma que parece estar

hablando directamente para nuestro tiempo. Sus amazonas armadas,

Belphoebe y Britomart, se encuentran entre los personajes femeninos más

potentes de toda la historia de la literatura. Spenser suprime la base

arquetípica normal de la fuerza femenina, lo demónico, e imagina a sus

heroínas como ángeles apolíneos. No se había vuelto a hacer algo así desde la

Artemisa griega. Spenser crea el nuevo culto renacentista al amor

matrimonial. Como observa C. S. Lewis, en Spenser el «romance del

matrimonio» viene a sustituir al «romance del adulterio» del amor cortesano

medieval. [3] Antes del Renacimiento, los poetas cantaban a sus amantes, pero

no a sus esposas. El matrimonio era una operación social y económicamente

útil, pero no tenía nada que ver con el arte. Isabel, la Reina Virgen, estuvo

presionada para casarse durante todo su reinado a fin de asegurar una

sucesión pacífica. The Faerie Queene avanza hacia el matrimonio, pero nunca

se llega hasta él (el poema es sólo un fragmento de un proyecto mucho más

ambicioso). La «caballera» Britomart ha de desposarse con Artegall y

empezar así la dinastía que llevará hasta Isabel I y la grandeza de Inglaterra.

El destino maternal de Britomart introduce una imagen ajena al

Renacimiento en su conjunto: una Gran Madre benévola, a la que Spenser

llama la Gran Dama Naturaleza (Great Dame Nature). Hemos visto que los

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