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Sexual Personae - Camille Paglia

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Jehováh existe en algún lado fuera de la creación, allende el espacio y el

tiempo. La mayoría de las cosmogonías empiezan con un ser primigenio que

abarca todos los opuestos y contiene todo lo que es o puede ser. ¿Qué razón

podía llevar a cualquier dios eterno y autosuficiente a añadir algo más? Ya

fuera por soledad o por un deseo ferviente de acción, las deidades primitivas

pusieron en movimiento la máquina y se buscaron problemas. Mi favorito es

el dios egipcio Khepri (Jepri), que engendra la segunda fase de la existencia

mediante un acto masturbatorio: «Me uní con mi mano y tomé mi sombra en

un amoroso abrazo; vertí semilla en mi boca, y expulsé mi progenie en la

forma de los dioses Shu y Tefnut». [1] Lógicamente, los primeros jerarcas

tuvieron que echar mano de ellos mismos para continuar la historia de la

creación. Jehováh, al igual que Khepri, se multiplicó por el procedimiento de

la autocombinación.

Prácticamente todas las cosmogonías, salvo la nuestra, son abiertamente

sexuales. La deidad original puede ser hermafrodita, como la diosa madre

egipcia, Mut, que tiene genitales masculinos y femeninos. O bien se da

directamente el incesto, el único sexo posible cuando sólo hay un grupo

familiar. Las mitologías desarrolladas ignoran o reprimen el incesto, como lo

hace abiertamente el Génesis al dejar discretamente de lado la cuestión de con

quién se casaron Caín y Abel para que la historia pudiera continuar. Del

mismo modo, la mitología griega hace hincapié en Hera como esposa de

Zeus, pero apenas menciona que también es su hermana. En Egipto no se dio

nunca una purificación tan estricta de los textos sagrados, y los motivos

primitivos se mantuvieron hasta el final. Isis y Osiris son indistintamente

hermana y hermano y esposa y marido. Los dioses egipcios están enredados

en una arcaica novela familiar. La diosa madre Hathor, por ejemplo, es

misteriosamente descrita como «la madre de su padre y la hija de su hijo». Al

igual que en el Romanticismo, la identidad es regresiva e hipercondensada.

Las irregularidades sexuales de los dioses de la fertilidad son intrínsecas al

oscuro y escandaloso misterio del desarrollo sexual.

El judaísmo, aunque atribuye a Dios cualidades artísticas, no es propicio

al arte en el hombre. El llamativo simbolismo sexual de los cultos terrenales

contiene una verdad psíquica: en toda creación, ya sea en la naturaleza o en el

arte, hay un elemento sexual. Khepri comiéndose su propia semilla es un

modelo de creatividad romántica, en la cual la personalidad está aislada y es

sexualmente dual. Khepri, doblado sobre sí mismo, es un uroboros, la

serpiente que se come la cola, un círculo mágico de regeneración y

renacimiento. El uroboros es la trayectoria del ciclo natural que se remonta a

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