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Sexual Personae - Camille Paglia

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Figura 31. Elohim creando a Adán de William Blake (1795).

Al irrumpir en el espacio psíquico de sus durmientes, Whitman los viola.

Wordsworth también recuerda un «despiadado destrozo» de un bosquecillo de

nogales en su infancia, un «paisaje virgen» que dejó convertido en una

«mutilada enramada» típicamente spenseriana («Nutting»). La intrusión es

siempre subliminalmente erótica. Horadar un témenos —un espacio sagrado

de la mente, del cuerpo, del dormitorio o de la naturaleza— es siempre un

acto de dominio y de profanación. El Júbilo del niño de Blake evoca un

impulso hacia el abuso criminal. Mientras lo leemos, nos parece estar

suspendidos sobre el límite de un locus de experiencia prohibido. Contenemos

la respiración. Sentimos, incómodos, el contraste estético entre nuestra

brutalidad adulta y la delicadeza infantil, erotizado por las caricias implícitas

en el poema. La criatura existe en el estado blakiano de Beulah, un estado de

pasividad feliz, el del entumecido palpar de la perversidad polimorfa. La

criatura es ciega. Pero nosotros vemos agresivamente. En nuestra línea visual

patina nuestra voluntad inquebrantable.

Página 330

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