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Sexual Personae - Camille Paglia

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la espuma, los depósitos calcáreos de las rocas, las hojas de sal que deja la

marea». El hombre judeocristiano gobierna el mundo, pero el hombre

dionisíaco es gobernado por él. Whitman sintetiza a los contrarios: «¿Me

contradigo?… Soy grande, contengo multitudes». [11] La perversidad

polimorfa de Dionisio desbarata la categorización y la jerarquía apolíneas.

La profecía de Emerson del poeta como libertador se cumplió con

Whitman, cuyo revolucionario verso libre, de forma semejante al de Marco

Antonio en Egipto, «rebasa la medida». Pone todas las cosas en movimiento

dentro del flujo de la naturaleza. En su arriesgada estructura y perpetua

metamorfosis, Hojas de hierba constituye el ejemplo más perfecto de poesía

dionisíaca de toda la literatura. Es un descendiente directo de los antiguos

cantos en los que se nombraban los atributos, los frutos, las cosechas y los

animales para despertar y estimular la fertilidad. La debilidad de Whitman

reside también en su carácter dionisíaco, que ofende tanto a la forma como al

decoro apolíneos. En las mejores partes de Hojas de hierba se muestra

sublime a la manera de Píndaro; en las peores es vocinglero y charlatán. Pero

recordemos el desgraciado precedente de Emerson, cuyo refinamiento

intelectual le impidió ser Dionysios Lusios (el libertador).

Como Baudelaire, Whitman pretende escandalizar al cristiano y al

burgués. Es el conducto de «… voces reprimidas: / Voces de sexo y lujuria…

/ Voces indecorosas que yo purifico y transfiguro». Se escapa de su pasado

protestante. El Puritanismo, un culto austero de la vida interior, honraba los

actos, pero no los objetos. La pagana Hojas de hierba, arramblando con un

revoltijo de objetos renacidos, elimina la dimensión ética de los actos, que

pasan a ser meras experiencias. La voluntad puritana, calmada en un baño

turco de femínea relajación, abandona la confrontación. Whitman habla de los

«vientos que me excitáis con el roce de vuestros genitales». O ve a los

jóvenes que «flotan de espaldas enseñando sus vientres que asoman blancos

bajo el sol». [12] En este mundo no hay erecciones. Los penes son frutos

moteados de polen y agitados por la brisa, o brillantes tubérculos que el agua

besa. No hay tensión ni disciplina porque las Hojas de hierba transforman en

supremas las lánguidas realidades femíneas.

Las multiplicidades dionisíacas de Whitman son una especie de

sincretismo pagano, como lo muestran sus homenajes, inspirados en Emerson,

a «Osiris, Isis, Baal, Brahma y Buda». [13] D. H. Lawrence se lamenta de que

el ávido «canto a mí mismo» de Whitman convierta el yo en «una papilla»,

«una mezcolanza», en «el horrible pastel de Una Identidad». [14] Igual que el

hinduismo de Pasaje a la India de Forster (título del último poema de

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