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Sexual Personae - Camille Paglia

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corro de ojos. El poema se disuelve en un círculo mágico que es

simultáneamente escena originaria y novela familiar. En pasajes similares de

Whitman o de Swinburne, el éxtasis erótico de un «varón-heroína»

masoquista resulta fuertemente estimulado por un atento corro de ojos. To

William Wordsworth es un diáfano poema pagano. El hechizo a manos de un

sacerdote del culto a la personalidad conduce a una especie de coito público

ritual. El clímax es la revelación y la transfiguración. El exhibicionismo y el

voyeurismo sexual son centrales en el arte. Aquí, como en Christabel, el ansia

de conversión se expresa como ansia de violación.

El «varón-heroína» más influyente de toda la literatura es el protagonista de

La rima del anciano marinero. Wordsworth fue el primero en observar el

sufrimiento pasivo del Marinero. En la edición de 1800 de las Baladas líricas,

Wordsworth hace una lista de los «grandes defectos» del poema: «En primer

lugar, el protagonista no tiene un carácter bien definido…, en segundo, no

actúa, sino que siempre es víctima de la actuación de los otros». Bloom se

refiere a la «extraordinaria pasividad» del Marinero. Graham Hough equipara

la inmovilidad del barco con la «parálisis completa de la voluntad». George

Whalley va todavía más lejos: «La pasividad del marinero es también la de

Coleridge». [6] Mi lectura de La rima del anciano marinero toma esta

pasividad como el hecho psicológico central del poema. Rechazo todas las

interpretaciones morales tipificadas en el trabajo de Robert Penn Warren, que

se considera el canon de los estudios sobre el poema. Edward E. Bostetter

refuta punto por punto la argumentación de Warren: «El poema es el mórbido

relato de un hombre obsesionado consigo mismo que se vale de su acción

para convertirse en centro de atención universal». [7] Doscientos marineros,

moribundos, miran acongojadamente al Marinero. El «varón-heroína» se

convierte con su autodramatización en una prima donna cuyo triunfo está

basado en su exquisito sufrimiento público. Los ojos del universo están fijos

en él. El corro de ojos de Coleridge entraña en parte un reproche y en parte

una adoración con tintes eróticos. Los ojos crucifican a sus protagonistas,

clavándolos en una pasividad inmovilizadora, un misterioso mundo de temor.

La serpentina dinámica de la autoidentificación supone siempre un peligro

para las sagas cuyos protagonistas son «varones-heroínas». El Marinero, con

su larga «barba gris» y su «mano descarnada», recuerda a aquellos solitarios

wordsworthianos de grises cabellos y manos entumecidas con los cuales, en

mi opinión, se identifica el poeta hasta tal punto que su sentimentalismo llega

a debilitar los textos. Algunas partes de La rima del anciano marinero están

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