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Sexual Personae - Camille Paglia

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religiosidad. La seducción (la perversión) se convierte en inducción, en

iniciación a los misterios demónicos. El erotismo del poema es el resultado de

este metódico movimiento; son la anticipación y el suspense los que inflaman.

La oscuridad, el aislamiento y el silencio acentúan la seductora vulnerabilidad

sexual de Christabel.

La procesión avanza por el castillo como si lo hiciera por una iglesia, de la

nave al presbiterio y de éste al altar, el lecho de la seducción. Ni guardián ni

jerarca se levantan para impedir este irresistible avance de la reina. El varón

responsable, sir Leoline, está enfermo y a esas horas dormido. El perro

guardián, con su instinto animal, gime, pero no se despierta. Sólo al llegar al

aposento de Christabel se topa Geraldine con cierta resistencia, la del espíritu

de la madre de Christabel, un espíritu guardián que les sale al paso como si

fuera el sacristán del santuario. La madre murió al dar a luz a Christabel,

prometiendo que oiría dar las doce en las campanas del castillo el día de la

boda de Christabel. El poema comienza con las doce campanadas de

medianoche. De modo que éste es el día de la boda, y Christabel está a punto

de consumar sus perversas nupcias. En este poema, el bien se estrangula solo;

el nacimiento lleva a la muerte: la gestación es una enfermedad terminal. El

vino de flores silvestres que había hecho la madre de Christabel —tal vez los

narcisos de Wordsworth— sólo sirve para dar más energía al vampiro en su

guerra territorial. Geraldine forcejea con el espíritu y lo repele: «¡Fuera,

madre errante!… ésta es mi hora… esta hora me ha sido concedida».

¿Entregada por quién? Dios y el destino toman partido por el mal. La noche

arcaica vuelve inexorablemente.

Tras la derrota de su madre, Christabel se encuentra totalmente a merced

de Geraldine. Christabel, arrodillándose junto a Geraldine, señala el triunfo de

lo demónico. Geraldine ha sometido al cosmos del poema, y ahora es ella su

deidad. Christabel obedece sin preguntas la orden de Geraldine de que se

desnude: «Que así sea». En otras palabras: «Sí, quiero». Ya están casadas.

Espera en la cama a su señor. Como el poeta de Kubla Khan, Christabel es

una víctima sacrificatoria: vemos cómo es conducida al altar y cómo se echa

desnuda en él. Christabel es Ifigenia, esperando dócilmente que el cuchillo

caiga sobre ella. Geraldine es el sumo sacerdote rezando antes de llevar a

cabo su sangrienta tarea; pero reza para sí misma, la voluntad demónica. El

crimen aquí es la relación sexual, pues el sexo es la herramienta que utiliza la

madre naturaleza para asesinarnos, es decir, su forma de esclavizar nuestra

imaginación. La naturaleza extrae la primera sangre de las vírgenes, de todos.

Como sucedía en To William Wordsworth, el poema alcanza su punto álgido

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