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Sexual Personae - Camille Paglia

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El sexo, como decía, es un descenso a los reinos inferiores, un paso

continuo de los cultos celestes a los cultos terrenales. Es abdominal,

abominable y demónico. La Venus de Willendorf está hundiéndose,

desapareciendo en su propio laberinto. Es un tubérculo, enraizado en un

puñado de tierra. Kenneth Clark divide el desnudo femenino en dos clases: los

de tipo «Afrodita Vegetal» y los de tipo «Afrodita Cristalina». Inerte y

comunicándose sólo consigo misma, la Venus de Willendorf representa los

obstáculos del sexo y de la naturaleza vegetal. Es en su santuario donde

rendimos culto en el sexo oral. En las entrañas de la madre tierra, sentimos,

pero no vemos ni pensamos. La Venus de Willendorf pierde fuerza,

desembocando en un doble delta púbico: las rodillas pegadas, apretadas,

formando un agudo ángulo pélvico en relación con esas caderas

monumentales de la mujer fecunda le impide correr con facilidad. El

contoneo femenino es el andar patoso de nuestra Venus sumergida, que nada

en el río subterráneo de la naturaleza líquida. El sexo es sondeo, fontanería,

secreción, encharcamiento. La Venus está dando cabezadas, está auscultando

el bullicio de su saco de aguas.

¿Hace justicia la Venus de Willendorf a la experiencia de las mujeres? Sí.

La mujer está atrapada en su cuerpo acuoso, ondulante. Ha de escuchar y

aprender algo que está más allá de ella y, simultáneamente, en ella. La Venus

de Willendorf, ciega, muda, manca, sin cerebro, con las rodillas juntas, parece

un deprimente modelo del género femenino. Pero las mujeres estamos

deprimidas, aprisionadas por la gravitación de la tierra que nos atrae hacia su

seno. Veremos cómo funciona ese magnetismo maligno en Miguel Ángel,

pues fue uno de sus grandes temas y obsesiones. En Occidente, el arte se aleja

a machetazos de los excesos de la naturaleza. La mente occidental define, es

decir, traza líneas. En eso consiste el pensamiento apolíneo. En la Venus de

Willendorf no hay líneas, sólo curvas y círculos. Es la informidad de la

naturaleza. Está hundida en la ciénaga miasmática que yo identifico con

Dioniso. La vida siempre empieza y termina en un montón de desechos. La

Venus de Willendorf, desplomándose, desaliñada e indecente, es esclava de la

rutina, el útero-tumba de la madre naturaleza. No envíes nunca a averiguar a

quién llama la beldad. Te llama a ti.

¿Cómo empezó la belleza? Los cultos terrenales, al suprimir el ojo, encierran

al hombre en el vientre de las madres. Insisto en que no hay nada hermoso en

la naturaleza. La naturaleza es la fuerza primordial, turbulenta y estridente. La

belleza es el arma que tenemos para defendernos de ella; por medio de la

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