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Sexual Personae - Camille Paglia

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El poder del vampiro para fascinar se deriva de la capacidad legendaria de

la serpiente para inmovilizar a su presa con la mirada. El miedo que paraliza

en seco a un animal y el miedo que paraliza a la persona que es objeto de la

mirada de un vampiro son iguales. Es una emanación de la cruel jerarquía de

la biología. La Gorgona que petrifica y el vampiro que seduce logran sus

objetivos valiéndose de una súbita afirmación de su jerarquía. Que el falo es

poder es una de esas mentiras sociales que se cuentan los hombres para

vencer el miedo al demonismo del sexo. El que las mujeres puedan agotar y

paralizar forma parte del vampirismo latente en la fisiología femenina. El

arquetipo de la femme fatale empezó en la prehistoria y nunca dejará de

existir.

La autoridad del vampiro es una forma de carisma, el poder que permite al

líder dejar en suspenso la voluntad de sus seguidores y los induce a

sacrificarse por su visión personal. Hitler, como ya hemos observado,

consideraba que las masas eran femeninas: la habilidad para embelesar y

centrar las mentes de una nación es una forma de seducción sexual. La

política y el teatro ya estaban relacionados mucho antes de la era de los

medios de comunicación. Un actor con presencia escénica y autoridad innata

domina al público. Un orador «fascinante» literalmente hechiza al público.

«Captura» la atención. El público está «encandilado» o «cautivado», en el

sentido de esclavizado, cuando nadie se mueve inquieto o habla con el vecino,

cuando el silencio es tal que «no se oye ni el vuelo de una mosca». Las

metáforas del sexo y el poder abundan en las representaciones políticas y

artísticas. El orador domina el plano del contacto visual. Todas las miradas

están fijas en él, como hipnotizadas. El público es conducido a la

inmovilización y a la mudez, antiguas prerrogativas del «demon». El actor y la

ficción operan en la audiencia por el procedimiento de someter al cuerpo

rebelde y de fijar la mente en un punto focal gobernado por el espíritu. La

fascinación es inmovilizante, esa situación de pasividad erótica en la que el

Anciano Marinero ve en el mar al vampiro de la naturaleza. Visión, silencio,

castración. Nos aproximamos al centro sexual de los poemas sobrenaturales

de Coleridge.

La fascinación constituye tanto el tema como la génesis de Christabel. La

parte I termina con Christabel en los brazos de Geraldine. Mi teoría es que

esta parte comprende la totalidad de la visión de Coleridge y que la segunda

parte, escrita tres años después, así como su proyecto de añadirle otras tres

partes más, surgieron del temor que le inspiraba lo que ya había creado.

Christabel se quedó inacabado porque por mucho que lo intentara, Coleridge

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