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Sexual Personae - Camille Paglia

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El primer poema tiene una ambigüedad sexual más. El arma ha permanecido

«arrinconada», aletargada, hasta que el amo le ha dado utilidad. El poder

masculino de ella es superior al de él, pero para que resulte efectivo él tiene

que llevarla de aquí para allá y apuntar. El arma es potente pero dependiente.

Dice Santo Tomás de Aquino: «Los cuerpos se componen de potencialidad y

de actualidad; son, por lo tanto, activos y pasivos». [20] La metáfora del arma

cargada es hermafrodita por su metatesis sexual (la autotransformación fálica

de la autora) y por su síntesis de acción y de reacción.

A Dickinson le gusta este tropo binario. «Él me encontró el Ser —lo

arregló— / Lo puso a punto— / Grabó su nombre — en él / Y lo mandó hacia

el Este / Que fuese fiel — en su ausencia» (603). El psicodrama es como el

del poema del arma, sólo que aquí el viaje circunscrito se ha convertido en

inmovilidad. La poetisa se ve a sí misma como una tumba levantada o como

un cromlech que un errante personaje masculino (probablemente el novio

Jesús) se apropia. El hecho de que grabe en ella su nombre, como quien

marca ganado, es otro adorno sadomasoquista de Dickinson. Es también

como el árbol en el que un pastor romántico hubiera grabado sus iniciales. O

como un bloque hendido, un pilar vuelto hacia la luz, como la esposa

incinerada de Lot.

Dickinson convertida en tumba asaltada es un pasivo monumento fálico,

masculino y también femenino. Su «Ser Columnal» se alza sobre una «Base

de Granito» (789). En el cementerio del pueblo piensa en obeliscos: «Y la

lívida Sorpresa / Nos enfríe volviéndonos Varas de Granito — / Con sólo

Edad — y Nombre / O tal vez también una frase en Egipcio» (531). La

variante de la última expresión (que apunta a pie de página para tenerla en

cuenta al revisar el poema) es «inscripción latina». Este tipo de metáforas

muestran la monumentalidad de Dickinson, que yo interpreto como un estilo

automasculinizante. Sus torres de piedra son monolitos sexuales, losas de

autoafirmación agresiva inmovilizadas entre la potencia y la parálisis.

Firmadas y selladas por el divino amante que no volverá jamás, se autorretrata

arquitectónicamente como cariátide caída o Venus desmembrada. Los

experimentos de Dickinson con la actividad y la pasividad recuerdan los de

Sade, dedicado a inventar exóticas uniones en las que el individuo penetra y

es penetrado a un tiempo. Como los vampiros de Baudelaire, sin embargo,

sella el femenino espacio interior, comprimiéndose en bloques impermeables.

Las varas de granito son tumbas, pero también los propios cadáveres,

etiquetados como las momias en los museos.

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