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Sexual Personae - Camille Paglia

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originariamente una diablesa babilonia del viento, veía el acto sexual como

una forma de ascensión: «La visión que los hombres denominan Lilith está

principalmente formada por la ansiedad que les provoca lo que ellos perciben

como la belleza del cuerpo de la mujer, una belleza que al instante consideran

mucho mayor y mucho menor que la de su propio cuerpo». [29] Al igual que

Afrodita, Circe y Lilith son lo feo convertido en hermoso. La bruja medusina

de la naturaleza se pone su máscara mágica en el umbral del arte.

Sexualmente dominada por él, Circe advierte a Ulises de los peligros

futuros. Se deleita describiéndole Escila, pues Escila es su alter ego externo,

un escollo monstruoso con doce pies, seis cabezas y tres hileras de dientes

que arrebatan a los marineros, sacándolos de sus naves. Como la Arpía, es

una «ladrona», una representación del punzante apetito femenino. La

compañera de Escila, Caribdis, es su reflejo invertido en el espejo. Tragando

y vomitando mar tres veces al día, el remolino asesino es el útero-vortex de la

madre naturaleza. Es probablemente tragado por Caribdis como naufraga el

protagonista de «Un descenso al Maelström», de Poe. La Circe de Ovidio

atrofia las piernas de Escila y le ciñe al vientre una jauría de perros rabiosos

con «las fauces abiertas». [30] Escila se convierte en una vagina dentata o en

una loba marina sexual. A las puertas del Infierno en El Paraíso perdido de

Milton, Escila es el Pecado, el torso de una hermosa mujer con una escamosa

cola de serpiente y un aguijón de escorpión. Le rodean la cintura una jauría de

chillones cancerberos cuya guarida es su útero. El Rey Lear, poniendo una

barba blanca a Gonerill, su hija hechicera, ve a la mujer con ancas de animal,

un hediondo «abismo del azufre» que se traga a los hombres, enviándolos al

infierno (IV, vi, 97-135). La atracción es repulsión; la necesidad, atadura.

El principal discípulo de la Gran Madre es su hijo y amante, el dios

abocado a morir de los cultos mistéricos del Oriente Próximo. Neumann dice

que Atis, Adonis, Tamuz y Osiris «son amados, asesinados, enterrados y

llorados por ella y luego vueltos a nacer a través de ella». La masculinidad es

meramente una sombra que revolotea sobre el ciclo eterno de la naturaleza.

Los dioses «muchachos» son los «consortes fálicos de la Gran Madre, los

zánganos que sirven a la abeja reina y que son eliminados en cuanto han

realizado su tarea en la fecundación». El amor materno suaviza todo lo que

abraza. Los dioses abocados a morir son «delicados capullos que los mitos

simbolizan en forma de anémonas, narcisos, jacintos o violetas».

Los jóvenes, que personifican la primavera, pertenecen a la Gran Madre.

Son sus esclavos, su propiedad, porque son los hijos que ella ha parido.

Consecuentemente, los ministros y sacerdotes de la Diosa Madre son eunucos… Para ella,

amar, morir y ser castrado es la misma cosa. [31]

Página 70

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