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Sexual Personae - Camille Paglia

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Ciénagas del Demonio» y en otra habla de la lujuria como del «Hedor de las

Pantanos».

La rima del anciano marinero es una de las grandes regresiones de la

poesía romántica hacia lo demónico y lo primigenio. Toda persona hace un

viaje para salir de esa celda de océano arcaico que es el saco de aguas del

útero. Todos salimos cubiertos de limo y boqueando: «¡Tantos hombres tan

hermosos, / y todos ellos yacían muertos! / Y un millón de millones de cosas

repugnantes / seguían vivas, como yo». Toda esperanza de belleza y virilidad

yace muerta. El poder masculino nunca puede ser superior al poder femenino.

Vivimos en el lodazal de nuestros cuerpos, que tienen secuestrada a la

imaginación. Nuestros cuerpos nacidos de madre son naturaleza sin regenerar;

se encuentran allende toda redención divina. El «mar viscoso» de la

naturaleza ctónica anula la palabra de Cristo. Coleridge está abrumado por

una visión pagana que llega hasta él desde algún lugar más profundo, un lugar

que se encuentra allende su propia ética. El Anciano Marinero saca la

narración gótica del mundo histórico de los castillos y abadías para trasladarla

al escenario sublime de la naturaleza desolada. Pero la expansión del espacio

se convierte en otro callejón sin salida. Coleridge transforma brillantemente el

mar abierto en un sepulcro putrefacto, que yo denomino el «útero demónico

de la novela gótica». Es un agujero negro del cual nunca podrá surgir Cristo.

La rima del anciano marinero es la fuente de Las aventuras de Arthur

Gordon Pym de Poe, con su desastrosa travesía en un barco útero-tumba. La

evolución y el movimiento son sólo una ilusión en el frío y húmedo espacio

de la prisión de la naturaleza ctónica. De ahí la pasividad aplastante del

«varón-heroína». La humanidad se tambalea bajo el peso de la madre

naturaleza.

Como decía, el lenguaje en La rima del anciano marinero está mutilado

en favor de la visión. Por eso la invocación al bien produce una reacción:

desencadena el nacimiento del mal. La invocación del nombre de Cristo no

logra liberar al Marinero de su aprisionamiento en la pesadilla uterina del

océano. Cuando aparece una vela en el horizonte, hay un momento de

esperanza y alborozo. El Marinero intenta una nueva oración: «Que la madre

celestial se apiade de nosotros». Pero el lenguaje sagrado es profanado por

una revelación demónica. En el barco aparece la más brutal representación

femenina:

Sus labios son rojos, despejada su mirada,

sus bucles amarillos como el oro:

su piel blanca como la lepra,

y mucho más se parece a la Muerte que su acompañante;

helado al aire calmo vuelven sus carnes.

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