05.09.2022 Views

Sexual Personae - Camille Paglia

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Coleridge se interna profundamente en los dominios de lo demónico.

Demasiado, pues enseguida se repliega y vuelve a la emoción convencional.

La visión falla y el poema empieza a ir a la deriva. ¿Por qué? ¿Qué han

despertado las serpientes de agua que Coleridge no puede soportar? La

respuesta del Marinero es de lo más simplista: «Un torrente de amor» brota de

su corazón, y las bendice. En cuanto puede rezar, el albatros cae de su hombro

y se hunde en el mar. ¡Qué terrible es ver a nuestro chamán-poeta sin

máscara, manipulando los fuelles de la inspiración como un simple

tramoyista! Coleridge sufre un ataque de ansiedad y se somete a Wordsworth

y al cristianismo. El amor y la oración son una respuesta ridícula e inadecuada

al horror ctónico que Coleridge ha invocado desde el oscuro corazón de la

existencia. Las enturbiadoras serpientes de agua son la brutal energía de la

materia, la espiral ondulante de nacimiento y muerte. ¿Cuál es la respuesta

adecuada a esta alucinación extática? Coleridge vacila. Su protagonista, el

Marinero, no está suficientemente desarrollado como «persona del sexo». El

personaje, el «varón-heroína», ha de ser revisado si se quiere mantener la

visión demónica. En Christabel vuelve a escribir La rima del anciano

marinero en otros términos, nuevos y más osados. En éste, como veremos,

cuando la protagonista conoce el rostro serpentino de la naturaleza, no habrá

una retirada. El poeta, disfrazado para que Wordsworth no pueda reconocerlo,

se arrojará al abismo ctónico.

El problema con las lecturas morales o cristianas de La rima del anciano

marinero es que no consiguen darle sentido a la estructura compulsiva o

delirante del poema. Si el «torrente de amor» sentido por el Marinero fuera

imaginativamente eficaz, el poema podría haber concluido ahí. O, al menos,

permitiría redimirse al Marinero. Pero a la caída y hundimiento en el mar del

albatros le siguen tres partes más. E incluso al final del poema, el Marinero

sigue viéndose forzado a vagar por el mundo repitiendo una y otra vez su

«aventura espeluznante». Al haber introducido una emoción benévola en su

demónico poema, Coleridge ya no sabe cómo seguir. Aparece todo un nuevo

reparto de personajes: los serafines, el Piloto, el Ermitaño. Se da un diálogo

confuso, un desquiciado girar y rodar. Éste es el problema: en cuanto el

Marinero es capaz de rezar, en cuanto triunfa el bien en lugar del mal, el

poema se derrumba. Al final de la parte IV, Coleridge se asusta de lo que ha

escrito e intenta en vano dar la vuelta al poema en una dirección redentora. El

super-yo actúa para oscurecer lo que procede del ello inmoral. Diecinueve

años después, Coleridge añadió las explicaciones marginales que siguen

adornando el poema. Estas vacilantes guirnaldas son reflexiones posteriores,

Página 391

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!