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La Gran Transformacion – Karl Polanyi.pdf

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un orden capitalista desprovisto del mercado de trabajo había<br />

fracasado estrepitosamente. <strong>La</strong>s leyes que gobernaban este<br />

orden se habían visto ratificadas y habían puesto de manifiesto<br />

su antagonismo radical con el principio del paternalismo. El<br />

rigor de estas leyes era ahora evidente y quienes las habían<br />

violado habían sido cruelmente castigados.<br />

Bajo Speenhamland, la sociedad estaba desgarrada por dos<br />

influencias opuestas, una emanaba del paternalismo y protegía<br />

el trabajo contra los peligros del sistema de mercado, la otra<br />

organizaba los elementos de la producción-incluida la tierra-<br />

en un sistema de mercado, despojaba así al bajo pueblo de su<br />

antiguo estatuto y lo obligaba a ganar su vida poniendo su<br />

trabajo en venta -y ello suprimiendo al trabajo su valor<br />

mercantil-. Nacía entonces una nueva clase de patronos, pero<br />

se impedía la constitución de una clase correspondiente de<br />

trabajadores. Una gigantesca nueva ola de enclosures<br />

movilizaba la tierra y daba vida a un proletariado rural a quien<br />

la « mala administración de la legislación de pobres» impedía<br />

ganarse la vida mediante su trabajo. No resulta extraordinario<br />

que los contemporáneos se sintiesen aterrados por las contradicciones<br />

aparentes existentes entre un crecimiento casi<br />

milagroso de la producción y el hecho de que las masas pasasen<br />

prácticamente hambre. A partir de 1834, existía como opinión<br />

generalizada -que adoptaba tintes apasionados entre<br />

numerosos pensadores- que era preferible cualquier cosa a la<br />

persistencia de Speenhamland. Era necesario, o bien destruir<br />

las máquinas, como habían intentado hacer los ludditas, o bien<br />

crear un verdadero mercado de trabajo. Fue así como la<br />

humanidad se vio forzada a seguir el rumbo de un experimento<br />

utópico.<br />

No es esta la ocasión de extendernos sobre la economía de<br />

Speenhamland a la que nos referiremos más adelante. A<br />

primera vista, el «derecho a vivir» tendría que haber significado<br />

el final rotundo del trabajo asalariado. El salario corriente<br />

tendría que haber caído progresivamente hasta llegar a cero, lo<br />

que obligaría a cargarlo enteramente a la parroquia y habría<br />

puesto al descubierto el absurdo del<br />

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