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La Gran Transformacion – Karl Polanyi.pdf

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Tensiones de ruptura 341<br />

por el contrario, fue la institucionalización del propio patrón-oro<br />

quien aceleró el desarrollo de estas instituciones<br />

proteccionistas: cuanto más onerosos resultaban los cambios<br />

fijos, mejor recibidas eran estas medidas. A partir de<br />

este momento, las tarifas aduaneras, las leyes sobre las fábricas,<br />

así como una activa política colonial, se convirtieron<br />

en las condiciones previas para la estabilidad de la<br />

moneda exterior -<strong>Gran</strong> Bretaña, con su inmensa superioridad<br />

en el terreno industrial, es la excepción que confirma<br />

la regla-. Los métodos de la economía de mercado no<br />

podían ser aplicados con seguridad más que cuando existían<br />

esas condiciones previas. Allí donde los métodos librecambistas<br />

se impusieron sin que mediasen medidas<br />

protectoras, surgieron sufrimientos indecibles propios de<br />

pueblos indefensos, como ocurrió con los países de ultramar<br />

o semi-coloniales.<br />

En esto radica la clave de la aparente paradoja del imperialismo:<br />

algunos países rechazaron comerciar conjuntamente<br />

y sin diferencias -cosa económicamente inexplicable<br />

y que parecía irracional- y, en vez de esto, intentaron<br />

anexionarse mercados en ultramar y comerciar con<br />

países exóticos. <strong>La</strong> razón que los impulsó a actuar de este<br />

modo fue simplemente el miedo a sufrir consecuencias similares<br />

a las que padecían los pueblos incapaces de defenderse.<br />

<strong>La</strong> única diferencia consistía en que, mientras la población<br />

tropical de la desgraciada colonia estaba sumida<br />

en una oscura miseria y en una profunda decadencia, que<br />

llegaba incluso a la extinción física, el rechazo de los países<br />

occidentales estaba provocado por un peligro menor<br />

pero suficientemente real como para que se pretendiese<br />

evitar a cualquier precio. El hecho de que la amenaza no<br />

fuese, como ocurriría en las colonias, esencialmente económica,<br />

en nada cambiaba el problema: no existía ninguna<br />

razón, exceptuados los prejuicios, para evaluar la disgregación<br />

social a partir de parameros económicos. En<br />

realidad pretender que una colectividad se mantuviese indiferente<br />

al azote del paro, a las mutaciones de sus industrias<br />

y de sus oficios, con todo el cortejo que ello conllevaba<br />

de torturas psicológicas y morales, y pretenderlo<br />

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