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La Gran Transformacion – Karl Polanyi.pdf

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<strong>La</strong> situación era naturalmente muy diferente en las pequeñas ciudades<br />

industriales del Norte o del Nord-Oeste. Hasta 1834, el número de pobres<br />

dependientes era considerablemente más débil en las ciudades industriales<br />

que en el campo, donde, incluso antes de 1795, la proximidad de las manufacturas<br />

mostraba la tendencia a un fuerte crecimiento del número de indigentes.<br />

En 1789, el reverendo John Howlett argumentaba de forma convincente<br />

contra «el error general según el cual la proporción de pobres en las<br />

grandes ciudades y en los burgos industriales muy poblados era más alta<br />

que en las simples parroquias, ya que sucede todo lo contrario» (Artnals of<br />

Agriculture, V, XI, p. 6, 1789).<br />

Desconocemos, por desgracia, cuál era con exactitud la situación en<br />

los nuevos burgos industriales. Los delegados de la ley de pobres estaban<br />

molestos por el peligro considerado inminente de la extensión de los métodos<br />

de Speenhamland a las ciudades industriales. Se reconocía que «los<br />

condados del Norte estaban menos afectados por ellas», pero se afirmaba, sin<br />

embargo, que «incluso en las ciudades, se aplican en un grado espantoso»,<br />

afirmación poco probada por los hechos. Es cierto que en Manchester o en<br />

Oldham se daban ayudas ocasionalmente a personas sanas y a empleados<br />

a tiempo completo. En Preston, si creemos lo que escribía Henderson, se<br />

había oído, en las reuniones de los contribuyentes locales, a un indigente<br />

que «se había acogido a la parroquia, al verse reducido su salario a una<br />

libra y dieciocho chelines por semana». <strong>La</strong>s comunidades de Salford, Padiham<br />

y Ulverston, estaban también clasificadas entre aquellas que practicaban<br />

«regularmente» el método de ayuda a los salarios. Y lo mismo sucedía<br />

con Wigan, en lo que se refería a tejedores e hiladores. En Nottingham,<br />

los bajos se vendían a precio de coste, lo que reportaba «un beneficio» a los<br />

manufactureros gracias, evidentemente, a los complementos salariales pagados<br />

con los impuestos locales. Y Henderson, al hablar de Preston, veía ya<br />

cómo este sistema nefasto «arrollaría en su avance los intereses privados<br />

para defenderse». Según el Informe de los delegados de la ley de pobres,<br />

este sistema dominaba menos en las ciudades, simplemente «porque los<br />

capitalistas manufactureros forman una pequeña parte de los contribuyentes<br />

y, en consecuencia, tienen menos influencia sobre las autoridades que los<br />

terratenientes en el campo».<br />

Parece probable, sea cual haya sido la situación a corto plazo, que, a largo<br />

plazo, existían distintas razones que jugaban contra la aceptación general<br />

del sistema de subsidios para los empleados de la industria.<br />

Una de estas razones era la falta de eficacia del trabajo de los indigentes.<br />

<strong>La</strong> industria del algodón funcionaba sobre todo mediante el trabajo a la<br />

pieza, o trabajo a destajo como se decía entonces. En consecuencia, incluso<br />

en la agricultura «los registrados en la parroquia, degradados e ineficaces»<br />

trabajaban tan mal que «cuatro o cinco eran equivalentes a uno en el trabajo<br />

a destajo» (Select Committee on <strong>La</strong>borers' Wages, H. of C. 4, VI, 1824,<br />

p. 4). El Informe de los delegados de la ley de pobres subrayaba que el trabajo<br />

a la pieza podía permitir la utilización del método de Speenhamland,<br />

sin destruir necesariamente «la eficacia del trabajador de las manufacturas»,<br />

las cuales podían así «obtener realmente<br />

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