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La Gran Transformacion – Karl Polanyi.pdf

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agresión. No existe otra explicación que dé cuenta de la permanencia de<br />

entidades políticas desprovistas de poder como Dinamarca, Holanda,<br />

Bélgica y Suiza durante largos períodos de tiempo y a pesar de las fuerzas<br />

aplastantes que amenazaban sus fronteras. Lógicamente, la distinción<br />

entre un principio y una organización fundada en él, un sistema, es<br />

evidente. Pero no convendría, sin embargo, subestimar la eficacia de los<br />

principios, incluso en una etapa de débil organización, es decir, cuando<br />

aún no han alcanzado un nivel de institucionalización y se contentan<br />

simplemente con proporcionar directrices a las prácticas cotidianas o a<br />

la costumbre admitida. Europa se convirtió en un sistema sin poseer siquiera<br />

un centro fijo, reuniones periódicas, funcionarios comunes o un<br />

código obligado de conducta, simplemente porque las diversas cancillerías<br />

y los miembros de los cuerpos diplomáticos se mantuvieron siempre<br />

en estrecha relación unos con otros. Su estricta tradición en lo que se refiere<br />

a la regulación de informes, démarches, memorias -realizadas conjunta<br />

o separadamente, en términos idénticos o no- eran todos ellos medios<br />

para expresar situaciones de fuerza sin necesidad de convertirlas en<br />

crisis, a la vez que se abrían nuevos cauces para establecer compromisos<br />

o, a fin de cuentas, para actuar conjuntamente en el caso de que fracasasen<br />

las negociaciones. En realidad, el derecho a intervenir conjuntamente<br />

en los asuntos de los pequeños Estados, cuando los intereses legítimos de<br />

las potencias se veían amenazados, no era otra cosa que la existencia de<br />

un directorio europeo poco estructurado.<br />

Muy posiblemente el pilar más sólido de este sistema informal era el<br />

ingente número de negocios privados que se llevaban a cabo, muchas<br />

veces bajo la forma de tratados comerciales o de cualquier otro medio<br />

internacional dotado de eficacia por costumbre o tradición. Los gobiernos<br />

y sus ciudadanos influyentes estaban atados de innumerables modos<br />

a los diversos hilos financieros, económicos y jurídicos, a través de los<br />

cuales se producían los intercambios internacionales. Una guerra local<br />

significaba pura y llanamente una breve interrupción de algunas de esas<br />

transacciones, mientras que los intereses enraizados en otras transacciones<br />

-que permanecían definitivamente o al menos temporalmente indemnes-<br />

se imponían de un modo aplastante a los que buscaban en los<br />

azares de la guerra los puntos débiles de sus enemigos. Esta presión silenciosa<br />

del interés privado, que impregnaba toda la vida de las comunidades<br />

civilizadas y que trascendía las barreras nacionales, era la invisible<br />

y activa clavija de la reciprocidad internacional que proporcionaba<br />

al principio del equilibrio entre las potencias sanciones eficaces, incluso<br />

cuando éste no había adquirido aún la forma organizada de un Concierto<br />

europeo o de una Sociedad de Naciones.<br />

El equilibrio entre las potencias, ley histórica.<br />

D. HUME, «On the Balance of Power», Works, vol. III, 1854, p. 364. F.<br />

SCHUMAN, International Polines, 1933, p. 55. A.J. TOYNBEE, Study of History,<br />

vol. III, p. 302.<br />

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