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La Gran Transformacion – Karl Polanyi.pdf

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que el sistema que aparentemente los ayudaba en realidad los<br />

despojaba, y que el «derecho a vivir» era la enfermedad que<br />

conducía a la muerte.<br />

<strong>La</strong> nueva ley establecía que en el futuro no se concedería<br />

ningún socorro a domicilio. <strong>La</strong> administración de los socorros<br />

debería ser nacional y diferenciada. En este sentido constituyó<br />

también una reforma completa. Naturalmente se puso fin a la<br />

ayuda a los salarios. El examen de entrada a las workhouses<br />

fue restablecido, aunque en un sentido nuevo. Ahora el<br />

candidato tenía que decidir si estaba tan desprovisto de<br />

recursos como para tener que frecuentar por su propia<br />

voluntad un albergue que deliberadamente había sido<br />

convertido en un espacio del horror. <strong>La</strong> workhouse se vio<br />

estigmatizada, y residir en ella se convirtió en una tortura moral<br />

y psicológica, en su interior se cumplimentaban las exigencias<br />

de higiene y decencia, utilizadas en realidad como pretexto<br />

para llevar a cabo otras desposesiones. Ya no eran los jueces de<br />

paz ni los inspectores locales quienes debían de aplicar la ley,<br />

sino autoridades con competencias más amplias -los<br />

guardianes- que ejercían una vigilancia central de carácter<br />

dictatorial. Incluso la muerte de un indigente se convirtió en un<br />

acto en el cual, sus propios semejantes, renunciaban a la<br />

solidaridad.<br />

En 1834, el capitalismo industrial estaba a punto de<br />

ponerse en marcha y la reforma de la legislación de pobres dio<br />

la señal de salida. <strong>La</strong> Ley de Speenhamland, que había<br />

protegido a la Inglaterra rural -y por tanto a la población<br />

trabajadora en general- contra la fuerza del mecanismo de<br />

mercado, corroía a la sociedad hasta la médula. En el<br />

momento de su abolición, masas enormes de trabajadores<br />

parecían más bien espectros que pueblan las noches de pesadillas<br />

que seres humanos. Pero, si los obreros estaban físicamente<br />

deshumanizados, las clases poseedoras estaban<br />

moralmente degradadas. <strong>La</strong> unidad tradicional de una sociedad<br />

cristiana dejaba paso, en el caso de los ricos, al rechazo a<br />

reconocer su responsabilidad en la situación en la que se<br />

encontraban sus semejantes. <strong>La</strong>s «Dos Naciones» comenzaban<br />

a configurarse. Para asombro de los espíritus<br />

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