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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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Cipriano se arrojaba <strong>de</strong>l carro, armaba el túmulo en el centro <strong>de</strong> la<br />

calle y colocaba encima los dos cadáveres. Disponían <strong>de</strong> una<br />

fórmula, acuñada por el uso, para llamar a la caridad a los<br />

viandantes, y Cipriano la ponía en práctica con gran propiedad:<br />

—Hermanos: aquí tenéis los cuerpos <strong>de</strong> dos <strong>de</strong>sdichados que pasaron<br />

a mejor vida sin conocer los beneficios <strong>de</strong> la amistad —<strong>de</strong>cía—.<br />

No les neguéis ahora el <strong>de</strong>recho a la tierra sagrada. Nuestro Señor<br />

nos or<strong>de</strong>nó ser hermanos <strong>de</strong>l pobre y <strong>de</strong>l pecador y únicamente si<br />

vemos en ellos al propio Cristo conoceremos el día <strong>de</strong> mañana el<br />

premio <strong>de</strong> la gloria. Ayudad a dar tierra a estos <strong>de</strong>sdichados.<br />

Algunos transeúntes cruzaban la calle y <strong>de</strong>positaban unos<br />

maravedíes en la ban<strong>de</strong>ja, al pie <strong>de</strong>l carrillo.<br />

Los tres colegiales se iban turnando en la llamada a la caridad <strong>de</strong><br />

los ciudadanos. A veces, como ocurría con Cipriano, intercalaban en<br />

el texto frases nuevas, originales, <strong>de</strong> efectos patéticos: no conocieron<br />

el amor <strong>de</strong> sus semejantes. O bien:<br />

no escucharon nunca la voz <strong>de</strong>l Señor. O bien: vivieron abandonados<br />

como perros.<br />

Cipriano intuía que la última frase que comparaba a los difuntos<br />

con los perros movía antes el corazón <strong>de</strong> las mujeres que el <strong>de</strong> los<br />

hombres y, en cambio, afectaba más a éstos el hecho <strong>de</strong> que no<br />

hubieran tenido oportunidad <strong>de</strong> escuchar la voz <strong>de</strong>l Señor. De<br />

cuando en cuando, “el Niño”, Claudio, “el Obeso”, y Cipriano,<br />

alineados tras el carro, intercalaban las letanías <strong>de</strong>dicadas a los<br />

difuntos. Claudio, el Obeso, las cantaba y los otros dos respondían:<br />

—Sancta María...<br />

—Ora pro nobis.<br />

—Sancta Dei Genitrix.<br />

—Ora pro nobis.<br />

—Sancta Virgo Virginum.<br />

—Ora pro nobis.<br />

—Sancte Michael.

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