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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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Salcedo asentía y asentía. Jamás dudaba. Se le antojaban verda<strong>de</strong>s<br />

contrastadas, <strong>de</strong> pata <strong>de</strong> banco, las que el Doctor exponía. Análoga<br />

facilidad encontró para rechazar el culto a los santos, a las<br />

imágenes y a las reliquias, los diezmos mediante los cuales la<br />

Iglesia explotaba al pueblo y el sacerdocio institucional. O para<br />

asumir la comunión en las dos especies, lógica a la vista <strong>de</strong> los<br />

evangelios.<br />

Todo era sencillo para Cipriano ahora. Tampoco se había<br />

cuestionado la confesión mental. Nunca había sentido aversión por<br />

<strong>de</strong>scargar sus pecados en un confesionario pero hacerlo ahora<br />

directamente ante Nuestro Señor le <strong>de</strong>jaba más tranquilo y<br />

satisfecho. Llegó a parecerle un acto más completo y emotivo que la<br />

confesión auricular.<br />

Recogido en el rincón más oscuro <strong>de</strong>l templo, en silencio, fascinado<br />

por la llamita que brillaba en el sagrario, Cipriano se concentraba y<br />

llegaba a sentir muy cerca la presencia real <strong>de</strong> Cristo en el templo,<br />

incluso una vez creyó verlo a su lado, sentado en el escañil, la<br />

túnica refulgente, la mancha blanca <strong>de</strong> su rostro enmarcada por sus<br />

cabellos y su puntiaguda barba rabínica.<br />

A juicio <strong>de</strong> Cipriano, ninguna <strong>de</strong> las enseñanzas <strong>de</strong>l Doctor afectaba<br />

en profundidad a la creencia.<br />

Solía hablarle lenta, suavemente, pero el rictus <strong>de</strong> amargura no<br />

<strong>de</strong>saparecía <strong>de</strong> su boca. Quizá aquel rictus expresaba las<br />

inquietu<strong>de</strong>s y temores que el Doctor reservaba para sí. Solamente<br />

hubo una novedad con la que tropezó Cipriano:<br />

La preterición <strong>de</strong> la misa. Por mucho que se esforzara no podía<br />

llegar a consi<strong>de</strong>rar el domingo como un día más <strong>de</strong> la semana. Si no<br />

asistía a misa, tal vez más por costumbre que por <strong>de</strong>voción, le<br />

parecía que le faltaba algo esencial.<br />

Treinta y seis años cumpliendo con el precepto habían creado en él<br />

una segunda naturaleza. Se sentía incapaz <strong>de</strong> traicionarla. Se lo<br />

dijo así al Doctor quien, contrariamente a lo que esperaba no se<br />

enojó:<br />

—Lo comprendo, hijo —le dijo—.<br />

Asista a misa y rece por nosotros.<br />

También yo me veo obligado a hacer cosas en las que no creo. A<br />

veces es incluso aconsejable seguir con las viejas prácticas para no

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